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Inquilinatos, hoteles y pensiones, los otros “barrios” vulnerables de la Ciudad donde se extiende el coronavirus

Con los testeos puerta a puerta en los barrios de Balvanera y Flores, los gobiernos de Ciudad y Nación redireccionaron la búsqueda de casos positivos de coronavirus en territorio porteño. Porque aunque en villas y asentamientos continúan aumentando los contagios y las muertes (5.648 y 57 hasta el miércoles), hay distintos focos de transmisión del virus que comienzan a crecer y a preocupar en inquilinatos, conventillos y hoteles familiares. También en casas y edificios tomados. En rigor, en todos los sitios en donde las condiciones de habitabilidad son precarias y en donde la idea de llevar adelante un aislamiento no es viable.

No hay datos actualizados sobre la cantidad de vecinos de la Ciudad que residen en este tipo de viviendas. Los últimos números que se conocen corresponden al censo de 2010. En ese momento había 104.000 personas habitando 37.000 viviendas bajo tipologías precarias; mayormente concentradas en las comunas 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución), 3 (Balvanera y San Cristóbal) y 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya). En estos 12 barrios se encuentra casi el 58% de los inquilinatos, hoteles familiares y conventillos. Y, hace diez años, el 30,5% de las familias no contaba con alguno de los servicios básicos, como agua potable, cloacas, luz o gas.

La precariedad de estas viviendas, como la de las villas, evidencia el déficit habitacional que existe en Capital. Y como ocurre en los barrios vulnerables, las autoridades estiman que en ellas el contagio correrá con velocidad. Al mismo tiempo, esperan que la tasa de mortalidad será en torno al 1%, menor al 2,31% promedio de toda la Ciudad.

Con este panorama, pero sobre todo siguiendo el mapeo de los contagios por coronavirus, entre el sábado y el martes el operativo Detectar se focalizó en Balvanera. Según la información oficial, se relevaron 84 domicilios, hubo 187 hisopados en «contactos estrechos» de casos ya positivos y 90 de ellos fueron diagnosticados con coronavirus. La búsqueda de positivos siguió por Flores, el segundo barrio con más casos detectados en los últimos días: en 26 domicilios identificaron a 46 personas -contactos estrechos- a quienes les realizaron hisopados, de los que ahora se esperan los resultados.

«Realizamos un abordaje específico para este tipo de viviendas. Estimamos que sólo en Balvanera hay alrededor de 185 inquilinatos. Los tenemos a todos en el radar, porque son sitios en donde las condiciones habitacionales son de hacinamiento y cuando el virus ingresa, se esparce con mucha facilidad», explicó Gabriel Battistella, médico y subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria del Ministerio de Salud de la Ciudad.

El funcionario contó que en estos días se encontraron con situaciones complicadas: familias con cuatro o cinco hijos, en las que no todos están contagiados. «Lo que hacemos es tender redes de contención. Primero desde lo comunitario, para que los chicos que quizá no están contagiados se puedan quedar con alguien que los cuide. Por otra parte, como en general la población es joven y se siente bien, no quiere irse diez días a un hotel, tiene temor de perder sus cosas o que le intrusen su habitación», contó. Esto genera una tensión lógica entre aquellos vecinos que tienen miedo de contagiarse y los que tienen miedo de dejar sus cosas.

Uno de los casos más impactantes se manifestó en un hotel en Alsina 2309. El edificio de tres pisos tiene 24 habitaciones y hay, al menos, 40 adultos. Nadie alcanza a confirmar que cantidad de niñas y niños viven allí también. Casi todos los habitantes de este sitio se encuentran ahora mismo contagiados y algunos tuvieron la enfermedad hace unas semanas. En uno de los pisos, 9 familias comparten un solo baño.

Según informó Battistella, están trabajando junto a los 43 Centros de Salud (CeSAC) barriales. Los vecinos de La Boca, por ejemplo, se atienden en los CeSAC 41 y 9, desde donde se los deriva a la UFU (Unidad Febril de Urgencia) del Hospital Argerich. Este barrio es uno de los más complejos a nivel habitacional y cuyo panorama preocupa especialmente. Por eso, el funcionario anticipó que en los próximos días también se realizarán testeos allí.

Los vecinos diagnosticados tienen garantizada una ayuda alimentaria, cosa que no ocurre con el resto -cuenta Natalia Quinto, de la organización social La Boca Resiste y Propone-. Por eso van de comedor en comedor, de merendero en merendero. Circulan por todo el barrio buscando comida, porque por otra parte no se cumplen las condiciones mínimas de habitabilidad para que puedan hacer un aislamiento». Su organización tiene un comedor junto a la Red de Cooperación del Barrio de la Boca, en el que entregan viandas para la cena.

Se estima que hay más de 340 conventillos -el último relevamiento, realizado por los Bomberos Voluntarios de La Boca, fue en 2008-, pero muchos desaparecieron en estos años porque hubo incendios, desalojos y ventas de terrenos.

«En algunos puede haber 20 familias viviendo y en otros, más de 35. Quizás comparten un sólo baño. La mirada tiene que ser diferente que en el resto de la Ciudad. Porque un conventillo no tiene que ser visto como un edificio, sino como una sola casa, en donde las familias comparten una cocina, un patio, un comedor», explica Quinto. Y agrega: «Antes de la pandemia, el barrio tenía 13 mil vecinos viviendo por debajo de la línea de pobreza. Ahora ese número se debe haber disparado, porque además se perdieron los trabajos informales que generaba el turismo».

Con este panorama, Quirno pide que se sigan haciendo campañas y controles y que haya protocolos específicos para esta población. Como ocurre en los hoteles familiares o en inquilinatos, la gente no se quiere ir cuando ocurre un caso positivo de coronavirus, porque teme perder lo que tiene o, incluso, quedarse sin lugar para vivir.

Desde la Defensoría del Pueblo de la Ciudad vienen siguiendo lo que ocurre con el coronavirus en inquilinatos y hoteles, entre otras cosas porque en plena pandemia y cuando un decreto lo prohíbe, se han realizado desalojos. Es que muchos de los habitantes de este tipo de viviendas tienen trabajos informales y la cuarentena ha destrozado sus economías familiares. Así quedan aún más expuestos ante el avance del coronavirus.

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