En la Ciudad, se promueven espacios de escucha activa y concientización para abordar esta problemática desde una mirada colectiva

Hablar de suicidio sigue siendo, para muchos, un tema incómodo, difícil, incluso tabú. Sin embargo, el suicidio es una problemática social y sanitaria urgente, que afecta no solo a quien toma esa dolorosa decisión, sino también a su familia, su entorno y a toda la comunidad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se suicidan cerca de 800.000 personas en el mundo, aunque se presume que la cifra real es mayor debido al subregistro y al silencio que aún lo rodea. En Argentina, el Ministerio de Seguridad informó que durante 2021 hubo 3.649 muertes por suicidio. Eso equivale a 10 personas por día, o un caso cada dos horas y media.

La franja etaria más afectada es la de adolescentes y jóvenes entre 15 y 29 años, donde el suicidio se convirtió en la segunda causa de muerte. Las estadísticas son aún más alarmantes en sectores en situación de vulnerabilidad social. Del total de fallecimientos, un 79% son varones, y un 19,7% mujeres.

Un problema de salud pública que debemos abordar sin miedo

Desde la Dirección General de Desarrollo Familiar se trabaja activamente para desmitificar y concientizar sobre esta problemática, proponiendo un enfoque de prevención primaria en salud mental. Se trata de visibilizar, hablar, acompañar y generar redes comunitarias que puedan detectar señales de riesgo y ofrecer contención oportuna.

“Lo que mata es el silencio, no la palabra. Por eso hay que hablar de suicidio y salud mental sin culpa ni vergüenza.”

En encuentros realizados junto a familias, profesionales de la salud, docentes y clubes barriales, se parte de una premisa fundamental: no hay una sola causa que lleve a una persona a pensar en el suicidio. Se trata de procesos complejos donde intervienen factores subjetivos, familiares, sociales y culturales.

Uno de los focos del trabajo es identificar las señales de alerta, ya que es un mito pensar que quienes atraviesan ideaciones suicidas no lo comunican. Muchas veces lo expresan de manera directa o indirecta: a través de conversaciones, escritos, publicaciones en redes sociales o conductas. Algunos signos pueden ser:

  • Aislamiento social, falta de interés o placer en actividades.
  • Hablar sobre la muerte o mostrar desesperanza constante.
  • Autolesiones o conductas de riesgo.
  • Llanto frecuente, aburrimiento, alteraciones del sueño o alimentación.
  • Conflictos interpersonales o exposición al bullying.

El rol de la familia y el entorno cercano es clave. Estar atentos, generar espacios de escucha empática, sin juzgar, sin minimizar el dolor del otro, puede hacer la diferencia. También es esencial motivar y facilitar el acceso a la atención profesional, sin estigmas ni prejuicios.

Redes que protegen: cómo generar factores de prevención

El trabajo comunitario busca fortalecer los factores protectores frente al suicidio. Estos son aspectos que, al desarrollarse, reducen la probabilidad de que una persona avance en una ideación suicida:

  • Vínculos afectivos sanos y entornos de confianza.
  • Espacios donde se validen las emociones, sin juicios.
  • Escucha activa: hablar y permitir que el otro se exprese.
  • Acceso a profesionales de salud mental.
  • Estimular la toma de decisiones autónomas y fortalecer la autoestima.

También se insiste en derribar mitos como “quien lo dice no lo hace”, o “es solo un llamado de atención”. Estas ideas erróneas solo refuerzan el silencio y la soledad de quien atraviesa un proceso de sufrimiento profundo.

Una construcción en red: entre todos, por todos

Los encuentros organizados por la Dirección se realizan desde una perspectiva colectiva y comunitaria. No se trata solo de informar, sino de construir saberes y herramientas entre vecinos, instituciones y actores del barrio. Porque la salud mental, como la salud en general, no es solo un asunto individual, sino una responsabilidad de todos.

Abordar el suicidio implica hablarlo, con respeto, con cuidado, pero sin esconderlo. Significa asumir que como comunidad tenemos la capacidad de construir redes de cuidado y acompañamiento que puedan contener y ofrecer esperanza a quienes más lo necesitan.

 

Loading

Por Pablo L.