El domingo 18 de febrero la calle fue escenario de alegría, comparsas y voces vecinales, aunque hubo que adaptarse a los desvíos
El pasado domingo, Villa Crespo se llenó de colores, música y máscaras en el marco del tradicional Carnaval porteño. La comparsa local “Sabor Crespo” encabezó el desfile por la calle Gurruchaga, acompañado por murgas invitadas y mucha gente con ganas de bailar. Pero para que la fiesta pueda pasar, vinieron también los cortes de tránsito y los desvíos que los vecinos tuvieron que sortear para sumarse o simplemente seguir con su día. Este es el relato del paseo barrial más festivo del año.
Una mañana de alegría y murga
Desde las diez de la mañana, la calle se empezó a transformar. Carrozas alegóricas con luces, serpentinas y tambores hicieron vibrar el corazón de Villa Crespo. “Sabor Crespo” venía marchando con ritmos afroporteños y percusión bien fuerte, mientras las murgas “Alba de Calle” y “Son de Mi Barrio” siguieron el ritmo con saludos y corridas por la calle. Los vecinos se sumaron espontáneamente, sacodiéndose al paso con remeras bordadas a mano y manos que aplaudían.
Los negocios de la zona aprovecharon: cafés, almacenes y verdulerías vistieron las veredas con globos y banderitas. La pastelería Artística Crespo ofreció tortas especiales y medialunas carnavaleras, mientras un puestito de limonada casera repartió vasos para refrescar el calor de febrero.
Desvíos, calles cortadas y convivencia barrial
Como sucede todos los años, hubo que cortar Gurruchaga y algunas calles a la redonda. El tránsito fue desviado por Warnes, Cabrera y Scalabrini Ortiz hasta las 14 h. Varias líneas de colectivo cambiaron su recorrido, lo que puso a prueba la paciencia de vecinos y ciclistas.
Sin embargo, el espíritu barrial se mantuvo: hubo voluntarios de tránsito que acompañaron a quienes no sabían por dónde ir. “Al principio pensé que no iba a poder llegar a casa, pero me ayudaron y me contaron que valía la pena ver el corsito”, contó Martín, vecino que vive en la cuadra.
“Cuando el barrio se viste así, uno olvida el calor y solo quiere seguir el ritmo”, contó Ana, vecina que seguía la comparsa desde la vereda.
Organización en clave barrial
La fiesta fue organizada por la Junta Comunal con apoyo de voluntarios y agrupaciones barriales. Se dispusieron puestos de hidratación, baños químicos y un pequeño equipo sanitario, además de señalética clara para que todos sepan por dónde andar o a dónde ir si necesitan ayuda.
La limpieza también fue comunitaria: los cooperativistas de FIAB pasaron más tarde para dejar todo impecable, y muchos vecinos aprovecharon para lavar veredas y reordenar la cuadra. Solo en un par de esquinas se notaban rastros de papel picado; el resto quedó pronto para volver a la jornada normal.
Un día para abrazar el barrio
Para muchos fue una mañana para reencontrarse: se saludaron vecinos que no se veían desde el año pasado, se sacaron fotos y se generaron nuevas conversaciones. Mulitas y retratistas callejeros aprovecharon para inmortalizar instantes con cámaras analógicas y celulares viejos, como en una postal de otra época.
Algunos cafés extendieron mesas al aire libre, y otros barrios cercanos recibieron visitantes que aprovecharon la ocasión para conocer la zona. “Un corsito hecho por nosotros, con nuestra música y nuestra gente”, dijo un vecino con megáfono ante el cierre del desfile.
La experiencia dejó clara una idea: el carnaval en Villa Crespo no es solo espectáculo. Es una forma de mostrar que somos un barrio que celebra unido, consciente de sus raíces y con ganas de compartir su cultura.