Una tarde de barrio con barro, risas y manos en acción

Una propuesta esperada por toda la comunidad

El jueves 4 de julio se llevó a cabo un taller de cerámica gratuito y abierto para todo el barrio en el Centro Cultural Chacarita, ubicado en la esquina de Roseti y Teodoro García. Desde temprano se armó movimiento en la vereda: bolsos, termos, barro y ganas.

La propuesta había sido muy pedida por los vecinos y vecinas del barrio, y no defraudó: las mesas se llenaron rápido y nadie se quedó sin lugar para crear. Muchos llegaron sin saber bien qué hacer, pero con ganas de probar.

El docente a cargo, Martín, comenzó con una ronda de bienvenida, y después pasó de mesa en mesa acompañando a cada uno. Explicaba cómo amasar el barro, cómo dar forma sin que se quiebre y cómo dejar que la pieza “hable sola”.

Entre quienes participaron, hubo madres con hijos, abuelas con sus nietas, jóvenes del barrio y algunos vecinos curiosos que nunca habían trabajado con arcilla. Una señora hizo un plato decorado con hojas del patio y dijo que lo iba a usar para las medialunas del domingo.

“Esto es lo que me gusta del barrio: te juntás a crear, a charlar, y de paso aprendés algo nuevo”

El arte como excusa para volver a encontrarse

Un grupo de adolescentes decidió hacer una serie de piezas combinadas. Dijeron que las van a vender en la feria de la plaza para comprar pinceles y esmaltes para seguir creando. El proyecto empezó como un juego, pero terminó en plan colectivo.

Los más chicos también se animaron. Un nene modeló una taza con orejas de gato y dijo que era “para el chocolate de los domingos con mi papá”. Al lado, una nena dibujaba caritas sobre un vasito mientras su mamá la miraba con una sonrisa tranquila.

No hizo falta más que barro, música suave y mate para que se generara un ambiente cálido. En cada rincón se respiraba tiempo compartido, como si todo el barrio se hubiera tomado una pausa para crear.

Martín contó que el barro tiene algo que calma: “Cuando metés las manos, bajás las revoluciones y aparece otra forma de estar”. La frase quedó dando vueltas mientras la gente seguía moldeando sin mirar el reloj.

Un cierre entre aplausos, barro seco y ganas de volver

Antes de irse, se armó una ronda improvisada. Uno a uno, los participantes fueron mostrando sus piezas, contando qué habían querido hacer y cómo se sintieron. No faltaron los aplausos ni las emociones a flor de piel.

Una vecina mostró un pequeño cuenco con dibujos hechos con una ramita. “Es para guardar las semillas que junto de las plantas de la terraza”, dijo, y varios se acercaron a preguntarle cómo las cosechaba.

Algunas personas quedaron tan enganchadas que ofrecieron ayudar a limpiar y ya empezaron a pensar en el próximo encuentro. Se habló de sumar mosaiquismo, reciclado artístico y hasta un taller de cerámica para chicos en vacaciones.

La jornada terminó con abrazos, piezas envueltas con cuidado y muchas fotos para compartir. “Me voy con las manos sucias y el corazón limpio”, dijo un vecino antes de subirse a su bici.

Así fue esta propuesta barrial simple y poderosa, donde el arte fue apenas la excusa para reunirnos, hablar, construir algo juntos y volver a mirarnos en lo cotidiano.

 

Por Pablo L.