8Luz, sombras y charla entre azaleas al atardecer

Una noche distinta en el corazón verde de Palermo

El viernes 5 de julio, cuando ya caía la tarde, vecinos y visitantes se reunieron para vivir una visita guiada nocturna por El Rosedal que transformó la rutina en poesía. La propuesta fue gratuita, con cupos limitados y se agotó en cuestión de horas.

A eso de las 18:30, un grupo de unas veinte personas comenzó el recorrido acompañados por un guía especializado. Las linternas y la tenue iluminación pública marcaron el ritmo del paseo entre rosales, fuentes y esculturas.

El silencio del parque contrastaba con el bullicio diurno habitual. Se escuchaban pasos sobre la grava y el crujir de las hojas secas, mientras la luna se asomaba tímidamente entre las ramas.

“Nunca vi el Rosedal así, con la luna reflejada en los charcos y silencio entre los arbustos”

Un paseo con historia, relatos y asombro

Durante el recorrido, el guía fue compartiendo datos históricos, detalles arquitectónicos y leyendas porteñas. Algunas esculturas tienen historias de amor ocultas y otras fueron donadas por personajes célebres del siglo pasado.

Se habló también de cómo fue diseñado el jardín, por quién, y cómo se mantuvo con los años. Una vecina se sorprendió al enterarse que el puente blanco fue reconstruido luego de un incendio intencional en los años 70.

El clima acompañó con una noche fresca pero sin viento. La brisa leve y los reflejos sobre el lago generaron un ambiente que invitaba a bajar el ritmo y mirar con atención.

Varios aprovecharon para sacar fotos con el celular. Las flores, los arcos, y las luces cálidas dieron postales que parecían salidas de una película. Algunos prometieron imprimirlas para colgar en casa.

Un cierre con mate, charlas y promesa de volver

Hacia el final, el grupo se detuvo frente al lago, bajo unos árboles añosos que en la oscuridad parecían aún más majestuosos. Se armó una ronda espontánea de charla y mate, como si el tiempo hubiera decidido frenar un rato.

Varias personas comentaron que era la primera vez que vivían algo así. Una pareja dijo que solía caminar por el Rosedal de día, pero nunca lo había recorrido “escuchando sus secretos de noche”.

El guía agradeció la participación, y antes de despedirse anticipó que habrá más ediciones en las vacaciones de invierno y también en primavera. La idea es repetir el formato, sumar artistas y armar un cierre con música en vivo.

El grupo salió en silencio, como si no quisieran romper la calma lograda. Varios se fueron caminando por Libertador con cara de haber vivido algo simple, pero inolvidable.

Esa noche El Rosedal no fue solo un paseo: fue un refugio barrial para mirar de otra forma lo que ya conocemos, pero pocas veces detenemos.

 

 

Por Pablo L.