Sabores, aromas y charlas bajo el sol de julio
Un sábado que reconectó al barrio con lo simple
El pasado 11 de julio, en pleno corazón de Parque Chas, la Plaza Éxodo Jujeño se convirtió en punto de encuentro para vecinos de todas las edades. Desde temprano se montaron los puestos de la feria itinerante impulsada por el Gobierno de la Ciudad.
Con bolsas reutilizables al hombro, muchos se acercaron para descubrir productos frescos, panificados caseros, cosmética natural y artesanías de todo tipo. Cada mesa ofrecía algo distinto, pero todas compartían una misma energía: la del encuentro.
A medida que avanzaba la mañana, los pasillos improvisados entre puestos se llenaban de risas, preguntas, charlas y recomendaciones. Una vecina sugería una mermelada de naranja con jengibre mientras otro probaba quesos artesanales con pan casero.
El entorno también sumó lo suyo: cielo despejado, aire frío pero con sol cálido y un fondo musical suave, elegido con criterio. Algunos se sentaron a tomar mate en los bancos de la plaza mientras sonaban zambas y chacareras bajito por los parlantes.
“Compré miel de Palermo y me crucé con la vecina del quinto”
Mucho más que una feria: historias compartidas
Los feriantes no solo vendían, también contaban lo que hacían. Una artesana explicaba cómo teñía hilos con cáscara de cebolla y otra mostraba cremas hechas con romero del jardín de su abuela. Todo tenía una historia detrás.
Una pareja joven ofrecía pan de masa madre fermentado durante 36 horas. “No usamos levadura industrial porque nos gusta que fermente con el clima porteño”, contaban orgullosos a cada curioso que se acercaba.
Entre los puestos también se veían infancias correteando, vecinos reencontrándose y hasta un grupo de jubiladas que usó la feria como excusa para salir juntas. “Nosotras venimos más por el mate y el paseo que por las compras”, dijo una entre risas.
Cada producto comprado parecía traer consigo algo más que su valor de uso. Una señora levantaba una tabla de madera tallada diciendo que era para su hijo que se acababa de mudar solo.
El ambiente fue amable, sin apuro. Nadie corría. Se escuchaban frases como “¿cómo estás?”, “¿hace cuánto no nos cruzábamos?”, “che, probá esto”. Y eso también era parte del atractivo: el tejido comunitario en acción.
El barrio, en cada aroma y en cada gesto
A medida que el mediodía se acercaba, el movimiento bajó y los puestos comenzaron a desarmarse. Pero el aroma del pan casero, el color de las verduras recién cosechadas y los frascos de miel se mantenían en el aire.
Una vecina se quedó sentada sola en un banco, tomando su mate. “Me encanta esto, porque me hace sentir que el barrio no es solo edificios y tránsito, también es comunidad”, dijo en voz baja.
Lo que pasó ese sábado fue más que una feria. Fue una postal barrial cargada de humanidad, donde la gente no solo compró: se encontró, conversó y volvió a sentirse parte de algo compartido.
Parque Chas tiene esa magia circular que invita a dar vueltas y descubrir, y esta feria le sumó una vuelta más, llena de sabor, charla y memoria barrial.