Desde 1994, Buenos Aires dejó de ser un territorio federal para convertirse en ciudad autónoma con Constitución propia, elecciones locales y gobierno propio

Tres décadas de decisiones porteñas tomadas por y para los vecinos

La Ciudad de Buenos Aires conmemoró los 30 años de la sanción de su autonomía, un hito institucional que cambió para siempre la forma en que los porteños se vinculan con su gobierno, sus derechos y su identidad política.

Fue en 1994, durante la reforma de la Constitución Nacional, que se incorporó el artículo 129, estableciendo que Buenos Aires tendría un régimen de gobierno autónomo, con facultades propias, su Constitución y la posibilidad de elegir a sus autoridades. Ese fue el punto de partida para un proceso que redefinió el rol de la Ciudad en el sistema federal argentino.

A partir de ese momento, la Ciudad pasó de depender directamente del gobierno nacional a contar con una estructura institucional completa: Jefe de Gobierno, Vicejefe, Legislatura Unicameral, Consejo de la Magistratura y Justicia propia. Un camino que no estuvo exento de desafíos, pero que marcó un antes y un después en la vida política local.

Una Constitución con impronta porteña

En 1996, dos años después de sancionarse la autonomía, se aprobó la primera Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fue redactada por una Convención Constituyente compuesta por 60 representantes electos por voto popular.

Este documento fundacional estableció principios fundamentales que hoy siguen vigentes: la participación ciudadana, la democracia directa, la descentralización en Comunas y la protección de derechos sociales y ambientales.

Además, la Constitución porteña reconoció figuras innovadoras como el Jefe de Gobierno electo por voto directo, el Defensor del Pueblo, el derecho a la información pública y mecanismos como la iniciativa popular o la revocatoria de mandato. Elementos que reforzaron el poder del vecino en la toma de decisiones.

“La autonomía no fue solo un cambio legal: fue un cambio cultural. Permitió que la Ciudad pensara su futuro desde adentro, con voz propia y proyectos propios”, recordaron desde el Gobierno porteño.

Comunas, participación y cercanía

Uno de los pilares del modelo autónomo fue la creación de las Comunas. Estos espacios descentralizados permitieron que los vecinos participaran de forma directa en el diseño y seguimiento de las políticas barriales.

Con elecciones comunales, presupuestos participativos y Consejos Consultivos, la Ciudad apostó a un modelo de cercanía donde cada barrio pudiera tener voz propia y ser parte de las decisiones.

Si bien el camino tuvo avances y retrocesos, la autonomía consolidó una idea: la gestión pública no podía ser solo desde Balcarce o desde un despacho. Tenía que construirse también desde la vereda, la plaza, el club o la asamblea vecinal.

Desafíos pendientes y mirada a futuro

A 30 años de aquel momento clave, la autonomía de la Ciudad sigue siendo una construcción dinámica. Temas como la transferencia total de competencias, el control sobre la Policía, la coparticipación o la gestión del transporte metropolitano siguen en debate.

Pero también se abren nuevas preguntas: ¿cómo garantizar más justicia territorial entre el norte y el sur? ¿Cómo hacer que la voz de los barrios se escuche aún más fuerte?

La autonomía de Buenos Aires consolidó su identidad política como Ciudad Autónoma. Y con eso, ganó en herramientas para planificar su desarrollo, cuidar su patrimonio, innovar en políticas públicas y defender sus intereses.

La autonomía no es solo una fecha para recordar. Es una oportunidad para seguir construyendo una Ciudad más justa, democrática y cercana, con vecinos y vecinas como protagonistas del presente y del futuro porteño.

 

 

Por Pablo L.