La emblemática avenida de Villa Crespo y La Paternal cambió su cara: de los históricos talleres y casas de repuestos a un polo comercial y gastronómico que sigue atrayendo a vecinos y visitantes

Del ruido de motores al bullicio del comercio

Durante décadas, la Avenida Warnes fue sinónimo de repuestos y talleres mecánicos. Quien necesitara una pieza para el auto, por más rara que fuera, sabía que en esas cuadras podía encontrarla. Era un ritual: recorrer negocio por negocio, preguntar precios, regatear y salir con la pieza envuelta en papel de diario bajo el brazo.

Ese paisaje nació en los años ‘60 y ‘70, cuando decenas de talleres y comercios comenzaron a instalarse en la zona. Warnes se convirtió en un punto de referencia para mecánicos, taxistas y amantes de los fierros, que llegaban desde todos los rincones de la Ciudad e incluso desde el conurbano.

Los sábados a la mañana eran una fiesta de actividad: autos estacionados en doble fila, camiones descargando cajas pesadas y el sonido metálico de las herramientas como música de fondo. Era un mercado a cielo abierto, donde el trato personal y la confianza eran moneda corriente.

Una reconversión que cambió el barrio

Con el paso del tiempo, la dinámica económica y la aparición de nuevas formas de venta empezaron a modificar el escenario. La venta online y las autopartes importadas fueron restando protagonismo al modelo tradicional, y algunos históricos locales cerraron sus persianas.

A la vez, la propia ciudad impulsó cambios urbanísticos para diversificar el perfil de la zona. Warnes comenzó a abrirle espacio a comercios de otros rubros: mueblerías, casas de decoración, colchonerías, bazares y locales de electrodomésticos empezaron a poblar sus veredas.

Hoy, las vidrieras muestran un paisaje mixto: entre un taller de frenos y embragues puede aparecer un local de muebles escandinavos o una cervecería artesanal. La reconversión trajo nuevos públicos, más movimiento peatonal y un aire distinto al barrio.

“Warnes siempre se adapta: antes eran fierros, hoy también es diseño, gastronomía y servicios”

Un polo que sigue vivo

Lejos de desaparecer, la identidad fierrera de Warnes sigue presente. Muchos talleres y casas de repuestos permanecen firmes, atendidos por las mismas familias que los fundaron hace décadas. Es común ver al hijo del dueño trabajando junto a su padre, aprendiendo el oficio y cuidando la clientela de siempre.

La convivencia de rubros le dio a la avenida un carácter único. Podés ir a cambiar una batería y salir con una lámpara de pie para el living. Ese contraste es parte de su encanto actual y un motivo para recorrerla sin apuro.

Además, en los últimos años se sumaron bares, cafés y propuestas gastronómicas que aprovechan el flujo de gente. Los almuerzos en bodegones y las pizzas al corte conviven con cafeterías de especialidad, atrayendo a un público más diverso y joven.

El futuro de Warnes

Para muchos vecinos, el desafío es mantener viva la tradición sin perder de vista las nuevas oportunidades. Algunos proponen crear ferias temáticas, circuitos culturales o jornadas especiales para potenciar su atractivo turístico.

También hay expectativas sobre mejoras en la infraestructura: más iluminación, veredas accesibles y espacios verdes podrían hacer de Warnes un paseo todavía más amigable para peatones y ciclistas.

Lo cierto es que, entre pasado y futuro, la Avenida Warnes sigue siendo un corazón comercial que late fuerte en el límite de Villa Crespo y La Paternal. Y como buena calle porteña, sabe reinventarse sin perder su esencia.

Por Pablo L.