Un rincón histórico de la Facultad de Agronomía (UBA), plantado desde julio de 1922 bajo la dirección de Lorenzo R. Parodi, que hoy conserva especies nativas y exóticas y nos invita a caminar sin apuro
Un oasis en plena ciudad
Entre aulas, pasillos y el ir y venir de estudiantes, el Jardín Botánico “Lucien Hauman” aparece como una pausa amable: sombra, aroma a verde y ese silencio raro que solo se consigue cuando las plantas te abrazan.
Está dentro de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, en el predio de Av. San Martín 4453, un campus amplio de 16 hectáreas donde conviven historia, ciencia y mate bajo los árboles.
El Botánico ocupa aproximadamente una hectárea y reproduce en miniatura la flora de distintas provincias argentinas, como si armara un mapa vegetal que te lleva de la selva a la estepa sin salir de la Ciudad.
Raíces de 1910 y el impulso de 1922
En un cuaderno de memorias, el botánico Lorenzo R. Parodi anotó que muchas plantas vinieron del primitivo jardín de 1910, el que había plantado el Dr. Lucien Hauman, primer profesor de la cátedra.
A partir de julio de 1922, Parodi organizó la plantación del Jardín y lo fue modelando con criterio académico y corazón barrial; ejerció como profesor hasta su fallecimiento en abril de 1966.
El nombre del jardín es un homenaje a Lucien Hauman, pionero que sembró las primeras ideas y especies; sin esa semilla inicial hoy no habría este pequeño tesoro verde.
Qué se ve cuando se mira con calma
Hay especies nativas y exóticas, árboles de porte, arbustos, herbáceas y trepadoras que se ordenan por ambientes; cada rincón te cuenta cómo crecen las plantas en su lugar de origen.
El paseo propone caminar despacio y detenerse en las hojas, en las cortezas, en las flores que abren cuando el clima acompaña; el jardín es una clase al aire libre sin campana que apure.
Si prestás atención, la fauna urbana se asoma: pajaritos curiosos, mariposas, algún bicho bolita; señales de que este espacio funciona como refugio en medio del cemento.
Botánica Agrícola: ciencia, pizarrón y tierra
El cuidado depende de la Cátedra de Botánica Agrícola, que usa el jardín como aula viva para reconocer familias botánicas, ciclos y adaptaciones al ambiente.
Acá se aprende desde la raíz: cómo identificar una especie mirando hojas, flores y frutos, por qué algunas son nativas y otras exóticas, y qué impacto tiene eso en los ecosistemas.
Para los que no estudian agronomía, siempre hay algo nuevo por descubrir: la sombra justa para la siesta corta, el banco que invita a leer, el sendero que te cambia el ánimo.
Mapa de provincias, pero en verde
La gracia del botánico es que condensa paisajes argentinos en un mismo paseo; un tramo evoca monte, otro selva, más allá el aire se hace seco como en la Patagonia.
Esa diversidad no es capricho: sirve para enseñar cómo se adaptan las plantas, qué necesitan para crecer y qué pasa cuando las sacamos de su ambiente original.
Con ese criterio, la cartelería y los recorridos temáticos ayudan a que cualquiera, sin manuales, se sienta guía de su propio paseo y entienda lo que está viendo.
Historia que se cuenta al oído
Además de plantas, el lugar guarda historias de profesores, jardineros y estudiantes que lo fueron armando a pulmón; la botánica también se hace de anécdotas.
En esos relatos asoman palas, catálogos y tardes de poda, días de lluvia, trasplantes, y esa mezcla de paciencia y terquedad que hace falta para que un vivero crezca bien.
Cada planta que prendió fue una pequeña victoria: no hay aplausos, pero sí la satisfacción de ver un retoño hacerse árbol y dar sombra a los que vendrán.
“El Jardín es una clase abierta de botánica y también un abrazo de barrio: entrás con ruido, salís con otra respiración”.
Consejos para disfrutarlo más
Mejor ir con tiempo y dejar que el jardín marque el ritmo: caminar, frenar, oler, mirar; si podés, evitá los horarios de sol duro y elegí la luz amable de la tarde.
Llevar agua y calzado cómodo alcanza; no hace falta mucho para disfrutar, salvo ganas de bajar un cambio y curiosidad por aprender sin formalidades.
Cuidar el lugar es parte del paseo: no arrancar flores, no dejar basura y respetar los canteros; es simple, es sentido común y es lo que mantiene vivo el espacio.
Vecindad con el Museo de Maquinaria Agrícola
Dentro del mismo campus funciona el Museo Universitario de Maquinaria Agrícola, un guiño a la historia del trabajo rural y a la tecnología que empuja las cosechas.
Esa cercanía arma un combo perfecto: primero naturaleza y después historia de herramientas; una salida completa para escuelas, familias y curiosos del barrio.
Así, la Facultad de Agronomía se vive como un pequeño parque público educativo, abierto a la comunidad y con espíritu de compartir lo que se investiga puertas adentro.
Un patrimonio que se defiende con hechos
Este jardín no es un lujo: es un laboratorio a cielo abierto que ayuda a formar profesionales y, a la vez, a mejorar nuestra relación con el entorno urbano.
En tiempos de vértigo y pantallas, tener un refugio verde cambia la cabeza; el ojo se afina, el oído baja un tono y uno vuelve a casa con otra paciencia.
Cuidarlo es tarea de todos: universidad, estudiantes, vecinos y visitantes; la naturaleza se sostiene mejor cuando se la mira de cerca y se la respeta en serio.
Cómo llegar y por qué volver
La dirección es clara: Av. San Martín 4453, puerta de entrada a un campus con mucho para caminar; si estás por el barrio, asomate aunque sea un ratito.
Volver vale la pena porque cada estación cambia el cuadro: hay flores, brotes, tonos de hojas; la misma senda se siente distinta según la época del año.
Y siempre queda pendiente aprender algo más: un nombre raro, una adaptación ingeniosa, una historia de Parodi o de Hauman contada al paso por alguien que sabe.