Entre el pasado rural y el presente urbano, el barrio todavía guarda la huella de dos cursos de agua que marcaron su historia
Cuando el agua era frontera
Bajo las calles tranquilas de Agronomía también laten historias que no se ven. Una de las más curiosas es la del Arroyo Maldonado, que en el siglo XIX marcaba el límite sur natural del barrio. En aquellos tiempos, su cauce era un verdadero obstáculo para que la ciudad se expandiera hacia el “campo” que hoy ocupa Agronomía. Cruzarlo no era fácil: no existían los puentes de hormigón de hoy, y muchas veces había que improvisar con maderas o buscar pasos más bajos para llegar al otro lado.
El Maldonado, que hoy corre entubado bajo la avenida Juan B. Justo, fue por décadas un curso de agua temido y respetado. En épocas de lluvias fuertes, sus desbordes inundaban amplias zonas y hacían imposible transitar por caminos de tierra que unían chacras y quintas. Aquella frontera líquida marcó el ritmo de crecimiento urbano y mantuvo a Agronomía como una zona más bien rural hasta bien entrado el siglo XX.
El otro protagonista: el Arroyo Medrano
Más vinculado todavía al barrio está el Arroyo Medrano, otro curso que la Ciudad también entubó y que hoy circula oculto bajo el asfalto. Este arroyo atraviesa el norte porteño y tiene ramificaciones que pasan muy cerca de Agronomía y Villa Pueyrredón. Su cuenca original era amplia y recogía el agua de varias zonas altas, por lo que, en épocas de tormentas, era común que sus desbordes llegaran a afectar a vecinos del área.
Aunque hoy nadie lo ve, el Medrano sigue ahí, bajo las calles, formando parte de un entramado natural que moldeó la geografía mucho antes de que se levantaran veredas, casas y avenidas. Los viejos vecinos recuerdan que, antes del entubamiento, había zonas donde el terreno se volvía pantanoso y los chicos se divertían pescando pequeños peces o juntando renacuajos en los charcos.
De cursos de agua a calles asfaltadas
La transformación de estos arroyos en conductos subterráneos fue parte de un plan de urbanización que la Ciudad impulsó a mediados del siglo XX. El objetivo era claro: ganar terreno para el desarrollo urbano y evitar inundaciones crónicas. Con el tiempo, donde antes corría agua a cielo abierto comenzaron a trazarse calles, instalar servicios y levantar viviendas.
En el caso del Maldonado, el entubamiento permitió que la avenida Juan B. Justo se convirtiera en una vía clave para unir Palermo con Liniers. En el del Medrano, se abrieron nuevas arterias y se consolidaron barrios que antes eran casi intransitables en días de lluvia. Sin embargo, el riesgo hídrico nunca desapareció del todo, y hasta hoy las lluvias intensas pueden recordar la presencia de estos cursos subterráneos.
Historias y leyendas de agua
En la memoria de algunos vecinos circulan anécdotas curiosas: carros que se quedaron atascados intentando cruzar el Maldonado, chicos que improvisaban balsas con cajones de madera para navegar tramos cortos del Medrano, y familias que debían mudar sus animales a zonas más altas cada vez que las aguas crecían. La vida en Agronomía siempre estuvo ligada al agua, aunque hoy parezca un barrio seco y sin ríos a la vista.
Hay quienes dicen que, en días de tormenta, si se camina por ciertas esquinas de Agronomía se puede escuchar un murmullo subterráneo. Tal vez sea el agua golpeando contra los conductos, o quizá el eco de aquellas corrientes libres que hace más de un siglo marcaban la identidad de la zona. El agua, visible o no, sigue siendo parte de la historia barrial.
“Aunque invisibles, los arroyos siguen marcando la identidad de Agronomía, recordando que la ciudad creció sobre antiguas corrientes de agua”
Patrimonio oculto bajo nuestros pies
Los arroyos entubados son, de alguna forma, parte del patrimonio histórico no visible de Buenos Aires. Su presencia explica por qué ciertas calles tienen pendiente, por qué algunos terrenos fueron más codiciados que otros y hasta por qué el trazado urbano se inclinó en direcciones poco comunes. En Agronomía, conocer esta historia es entender que el barrio no solo creció hacia arriba, sino también sobre un pasado que corre bajo tierra.
Por eso, cuando hablamos de la historia de Agronomía, no podemos olvidar a estos arroyos invisibles. Ellos dibujaron las primeras fronteras, definieron los caminos y acompañaron silenciosamente el paso del tiempo. Aunque ya no se vean, cada lluvia fuerte parece susurrarnos que siguen ahí, recordando su antiguo poder sobre el territorio.
Quizás la próxima vez que camines por el barrio, al cruzar una calle sin pensar, estés pisando el antiguo cauce de un arroyo que alguna vez fue frontera, juego, amenaza y vida. Y aunque hoy el asfalto haya ganado la partida, el agua siempre guarda memoria.