En Agronomía, un rincón que guarda el pulso de la vida en el campo y el avance de la tecnología que hizo crecer al país

Un pedazo de historia en medio de la Ciudad

Entre las calles tranquilas del barrio de Agronomía, la Facultad de Agronomía de la UBA esconde un tesoro que muchos vecinos desconocen: el Museo de Máquinas Agrícolas. No es un museo cualquiera. Es una ventana abierta al pasado rural argentino, donde cada pieza cuenta cómo se trabajaba la tierra antes de que las grandes ciudades crecieran a su alrededor.

Caminar por sus pasillos es encontrarse con una colección única de herramientas, tractores, sembradoras y cosechadoras que alguna vez fueron el motor de la producción agropecuaria. Son fierros que alguna vez hicieron historia, dejando huella en chacras, campos y estancias de todo el país.

De la tierra al aula: cómo nació el museo

El museo nació como una iniciativa de docentes y estudiantes de la FAUBA, que querían preservar la memoria de la maquinaria agrícola. Muchos equipos estaban en desuso pero conservaban un valor histórico incalculable. Con el tiempo, fueron restaurados y exhibidos para que las nuevas generaciones pudieran aprender cómo funcionaban.

La idea era simple pero poderosa: que el museo fuera también un aula abierta, donde la teoría y la historia se combinaran con la experiencia directa. No es lo mismo leer sobre un arado que verlo, tocarlo y entender cómo se usaba en una época donde todo dependía de la fuerza humana, animal o de motores muy básicos.

“Acá no solo se muestran máquinas, se cuenta cómo se forjó la Argentina agropecuaria”, dicen desde la FAUBA.

Piezas que cuentan historias

El recorrido del museo sorprende con verdaderas joyas mecánicas. Hay desde arados tirados por caballos hasta los primeros tractores que llegaron al país a principios del siglo XX. Cada máquina tiene su cartel con historia y detalles técnicos, para que el visitante entienda su función y contexto.

Una de las piezas más llamativas es un viejo tractor Lanz Bulldog, símbolo del trabajo rural en décadas pasadas. También hay cosechadoras que en su momento revolucionaron la forma de levantar el trigo y el maíz, así como sembradoras que multiplicaron la capacidad de cultivo. Son verdaderos monumentos al ingenio y la innovación que marcaron el pulso del campo.

Un museo vivo en el corazón de Agronomía

Aunque podría parecer un espacio estático, el museo está lejos de serlo. Recibe visitas guiadas, talleres educativos y actividades para escuelas que acercan la historia agrícola a chicos y grandes. Es común ver grupos de estudiantes recorriendo el predio, escuchando anécdotas de profesores y hasta subiendo a alguna de las viejas máquinas para entender su funcionamiento.

Además, la FAUBA lo integra en sus clases prácticas, sobre todo en materias relacionadas con la agronomía, la ingeniería agrícola y la historia rural. Así, el museo no solo conserva, sino que sigue formando a quienes serán los profesionales del campo en el futuro.

Un patrimonio que vale cuidar

El valor del Museo de Máquinas Agrícolas no se mide solo en piezas antiguas. Es un testimonio vivo de cómo el trabajo y la tecnología transformaron el campo y, con él, a la Argentina. Preservarlo es preservar la identidad de un país que creció de la mano de la producción agropecuaria.

Muchos vecinos se sorprenden al descubrir que este rincón existe en pleno barrio, y que pueden visitarlo libremente. Es un recordatorio de que la Ciudad de Buenos Aires también guarda en su corazón historias ligadas al campo, aunque los ruidos urbanos intenten taparlas. Visitarlo es como hacer un viaje en el tiempo, pero sin salir de la Capital.

Visitas y datos útiles

El museo está dentro del predio de la Facultad de Agronomía, en la Avenida San Martín al 4453. La entrada es libre y gratuita, aunque conviene coordinar si se trata de grupos grandes o visitas escolares. El recorrido es guiado por personal de la facultad y suele durar alrededor de una hora.

Para los amantes de la historia, la mecánica o el agro, es una parada obligada. Y para los vecinos curiosos, una oportunidad única de descubrir cómo el ingenio humano fue cambiando el trabajo de la tierra y moldeando el paisaje rural.

En tiempos donde la tecnología avanza a pasos agigantados, el Museo de Máquinas Agrícolas nos recuerda que cada avance tiene detrás años de esfuerzo, pruebas y trabajo duro. Es un homenaje silencioso a quienes hicieron crecer el país desde el surco.

Por Pablo L.