¿Por qué los árboles son más que “verde lindo”?
“Los árboles no son solo parte del paisaje: son infraestructura ecológica esencial”. — Micaela Olivan, FAUBA
En las cuadras más duras de la ciudad, un árbol baja dos cambios el ritmo y sube el bienestar: refresca la vereda, filtra aire, frena el ruido y regala sombra donde el sol pega de frente.
No es solo estética: la copa regula temperatura y humedad, mientras las raíces ayudan a infiltrar lluvia y a que la tierra no quede hecha una pista de patinaje después de un chaparrón.
A su alrededor se arma vida: aves, insectos y plantas encuentran refugio y comida, y el barrio gana microclimas más amables para quedarse a charlar sin correr.
Cuando hablamos de “islas de calor”, el arbolado es un antídoto sencillo: la sombra y la evapotranspiración bajan la sensación térmica y hacen soportable la tarde en cemento puro.
En criollo: un árbol bien plantado le gana mano a mano al calor, y encima capta dióxido de carbono que molesta en la atmósfera y nos complica el clima.
La fecha que nos convoca (y por qué importa)
Cada 29 de agosto, desde 1901, en Argentina se celebra el Día del Árbol, una jornada para pensar el arbolado como derecho y como tarea compartida, no como lujo o decoración.
La gracia de la efeméride es simple: nos recuerda que plantar, cuidar y planificar el verde es política pública, pero también un gesto vecinal que cambia la cuadra.
Qué dice la FAUBA: árboles, ciudad y comunidad
Desde la Facultad de Agronomía de la UBA vienen machacando con una idea clara: los árboles son clave para una ciudad habitable, por lo que hay que gestionarlos con cabeza fría y corazón de barrio.
Micaela Olivan —Licenciada en Ciencias Ambientales y a cargo de la Subsecretaría de Ambiente de FAUBA— lo resume sin vueltas: en ciudades densas como Buenos Aires, el arbolado regula calor, mejora aire y crea espacios de encuentro que hacen más amable el día a día.
Cuando hablan de “servicios ecosistémicos”, no es jerga hueca: captura de CO₂, menos isla de calor, refugio para fauna y valor social y cultural que hace comunidad cuando nos juntamos bajo la misma sombra.
La Licenciatura en Ciencias Ambientales: formar gente para arbolado real
La Licenciatura en Ciencias Ambientales de la FAUBA prepara profesionales para censar, diagnosticar y diseñar planes de manejo del arbolado con mirada integral, cruzando ecología, sociedad y gestión.
No es solo aula: hay campo, talleres y trabajo con organismos públicos, porque el árbol del plano no siempre coincide con el de la vereda rota y la raíz buscando agua.
La formación se apoya en equipos específicos como el Centro de Arbolado y Silvicultura Urbana, que investiga, capacita y da asistencia técnica para que las ciudades adopten buenas prácticas sin improvisar.
El censo que puso números sobre la mesa
En el segundo cuatrimestre de 2024, FAUBA relevó su Sede Central y la Escuela Hall y contó 2.164 árboles, de 247 especies, con 34,8% nativas de ecorregiones argentinas, un mapa fino para tomar decisiones con datos.
Entre las abundantes aparecieron la Tipa (149), la Casuarina (141), la Morera blanca (126) y el Fresno americano (101): una foto de cómo se fue armando el paisaje entre especies locales y exóticas.
En nativas bien presentes, el tridente fue Tipa, Tala (42) y Palo borracho (35), marcando que el arbolado criollo tiene banca si se lo planifica en serio y no como parche.
Un dato que entusiasma a botánicos de a pie: se registraron 86 especies nativas y 103 especies “únicas” (un ejemplar por especie), de las cuales 33 son autóctonas, una diversidad que suma resiliencia ante plagas y clima loco.
Del diagnóstico al manejo: cómo se traduce en la calle
Con el censo a mano, el siguiente paso es ordenar podas, riegos y reposiciones: cada árbol pide un trato distinto según especie, edad y estado sanitario, igual que en un consultorio pero al aire libre.
La regla de oro es simple: priorizar nativas cuando tenga sentido ecológico y urbano, por su mejor adaptación y porque sostienen fauna local sin tanto esfuerzo extra.
También hace falta mirar infraestructura: raíces versus vereda, luminarias, cables y señalización; el buen manejo evita conflictos y costos, y cuida la vida útil del árbol y del espacio público.
Islas de calor y árbol salvador: la ciencia atrás del alivio
En veredas peladas la temperatura trepa; con arbolado, baja. La copa genera sombra y la planta evapotranspira, enfriando el aire de alrededor: física simple que se siente al caminar.
La planificación sirve para ubicar árboles donde más golpea el sol y donde el pavimento acumula calor, armando corredores frescos a escala de barrio que conecten plazas, estaciones y centros comerciales.
Educación ambiental: el otro tronco que sostiene
No alcanza con plantar si no se explica por qué: la FAUBA empuja talleres, salidas y materiales para que escuelas, clubes y consorcios se metan en el tema y lo hagan propio.
La idea es construir ciudadanía verde: que el vecino sepa cuándo regar, qué denunciar y cómo proteger una plantación nueva, porque el árbol recién puesto es frágil y los primeros dos veranos son clave.
Tips bien barriales para cuidar el arbolado
Riego: en ola de calor, un balde chico al anochecer ayuda más que mil likes; mejor agua lenta en el suelo que ducha a la copa cuando el sol parte la tierra.
Alcorque: si podés, sumá cobertura con chips o hojas para mantener humedad y temperatura, y evitá cemento hasta el tronco (asfixia raíces y rompe vereda).
Protección: cuidá tutores y mallas en arbolitos nuevos para que motos, autos y perros no arruinen lo que costó plantar; y si ves vandalismo, avisá a tu comuna.
Poda: no improvises con serrucho propio; cada especie tiene tiempos y técnicas. La mala poda enferma, desbalancea y puede volver peligroso al árbol.
Mirada a futuro: ciudades más frescas y caminables
La combinación ganadora es clara: árboles + veredas accesibles + transporte público + bici; cuando el espacio se diseña para el cuerpo humano, todo fluye mejor.
Con cambio climático en curso, el arbolado urbano es una inversión que paga sola: baja consumos de energía, mejora salud y crea pertenencia, tres cosas que no se compran en la góndola.
Lo que hace la FAUBA —medir, formar, planificar y acompañar— acerca ciencia útil a la vereda, para que la teoría se convierta en sombra, aire limpio y encuentros bajo una copa.
Y cada 29 de agosto nos lo recuerda: plantar y cuidar árboles es política pública, y también cultura ciudadana; de a poco, con riego, paciencia y ganas de habitar mejor nuestras cuadras.





