En pleno corazón de Chacarita, una pared de ocho pisos dejó de ser gris y silenciosa para convertirse en un espectáculo visual que atrapa miradas. La medianera del restaurante Anchoita, ubicada en Juan Ramírez de Velasco 1520, ahora es un cielo abierto gracias al mural de Jorge Pomar, que mide 27 metros de alto por 24 de ancho y transforma la forma en que vecinos y transeúntes perciben el barrio.

La idea surgió hace un año por iniciativa de Enrique Piñeyro, piloto y cineasta dueño del restaurante. Había visto trabajos anteriores de Pomar en San Telmo, dentro de su Serie Cielos, y lo convocó para intervenir la enorme pared. “Quise hacer algo que dialogara con la superficie y con los elementos que ya tiene la arquitectura”, cuenta el artista, que estará presente en la inauguración este sábado entre las 16 y las 19.

La Serie Cielos: del encierro a la calle

Durante la pandemia, Pomar comenzó su Serie Cielos en el taller, adaptando su mirada al lienzo interior mientras las calles permanecían vacías. Pero en cuanto pudo, volvió al espacio público. Su intención fue siempre combinar el cielo suave con la textura rugosa del ladrillo y respetar los elementos existentes: ventanitas, buñas y las marcas de un viejo aire acondicionado forman parte de la obra.

“El cielo aparece en la ciudad solo en ciertos momentos y por huecos muy precisos. Me interesa esa tensión”, explica Pomar. En lugar de borrar las imperfecciones de la pared, las incorporó al mural, mostrando que cada muro tiene su propia historia y que no existe el lienzo completamente en blanco.

Diseño y efecto visual

El mural se divide en tres módulos verticales marcados por las incisiones naturales de la medianera. A los extremos, nubes que flotan suavemente; en el centro, un degradé limpio que genera la ilusión óptica de que el cielo continúa más allá del rectángulo. La obra cambia según la luz y la hora del día. Por ejemplo, a las 17, el reflejo del sol en un edificio vidriado cercano ilumina por completo la pintura y la transforma.

El efecto es tan envolvente que transeúntes y vecinos sienten que la ciudad abre un respiro, una ventana hacia el cielo, cada vez que pasan frente a la medianera.

El proceso y el equipo detrás del mural

Pintar esta obra llevó un mes y medio de trabajo y requirió la colaboración de unas 20 personas: asistentes, curadores, fotógrafos y una productora audiovisual. Pomar, que comenzó hace más de veinte años haciendo graffitis en la calle, reconoce ese impulso inicial como fundamental: cada pared que pinto es un encuentro conmigo mismo.

Antes de trabajar con cielos, el artista exploró otro tema: las banderas. Se sumergió en la vexilología, el estudio de los emblemas patrios, y experimentó deformándolas. “Un día comprendí que el lugar de una bandera siempre es lo alto, en el cielo. Entonces empecé a trasladar esa idea a la base y al color”, explica Pomar. Esa transición llevó la carga simbólica a la abstracción, pasando de estrellas y significados políticos a nubes y tonalidades puras.

Un mural que dialoga con la ciudad

El mural no solo embellece, sino que también genera conversación y curiosidad. Vecinos, artistas y transeúntes se detienen a observar los detalles, la composición y la interacción entre la obra y la arquitectura existente. Se convirtió en un nuevo punto de referencia en Chacarita, demostrando que el arte urbano puede transformar la percepción de los espacios cotidianos.

Además, este trabajo forma parte de un recorrido más amplio de Pomar, que ha intervenido distintas paredes de Buenos Aires con su Serie Cielos, llevando su lenguaje de taller al corazón de la ciudad y conectando la estética con el entorno urbano.

“Cada pared nunca es un lienzo en blanco. Me adapto a lo que hay, y desde ahí construyo”, asegura Pomar, resumiento la filosofía que convirtió esta medianera en un cielo abierto sobre Chacarita.

 

Por Pablo L.