De quintas, caminos reales y donaciones que marcaron la historia porteña

Cuando el campo empezaba a volverse ciudad

Antes de que Almagro fuera Almagro, antes de los edificios, los cafés y el ruido urbano, esta parte del oeste porteño era un entramado de quintas, caminos de tierra y grandes extensiones verdes. La historia del barrio empieza mucho antes de que existiera como tal y está profundamente ligada a una familia que, sin saberlo del todo, terminó dejando su apellido grabado para siempre en el mapa de Buenos Aires.

A comienzos del siglo XIX, una de las propiedades más importantes de la zona era la llamada quinta de Valente, perteneciente a Carlos dos Santos Valente. Con el paso del tiempo y los malos negocios, esa quinta comenzó a deteriorarse y a perder valor hasta que, en 1809, fue finalmente rematada para pagar las deudas de la sucesión.

Remates, deudas y el avance del Estado

El comprador de aquella quinta fue el comerciante Juan Bautista Ferreira. Sin embargo, su situación económica tampoco fue sólida. Apenas tres años después, en 1812, el gobierno patrio le embargó la propiedad por sus deudas y nombró depositario de la misma a don Miguel Marín, cuya quinta lindaba con la de Valente.

En aquellos años, el Camino Real del Oeste era la actual calle Victoria, hoy avenida Hipólito Yrigoyen, que seguía un trazo oblicuo entre Miserere y la avenida La Plata, para luego continuar hacia San José de Flores por la actual Rivadavia. Era la vía más importante de entrada y salida de la ciudad, utilizada por carretas, jinetes, ganado y viajeros.

Atajos privados y peajes abusivos

Con el paso del tiempo, algunos dueños de quintas comenzaron a permitir el uso de atajos rectos dentro de sus propiedades, especialmente en invierno, cuando los caminos se volvían intransitables. Eso sí: cobraban un peaje excesivo. Esta práctica generó malestar y fue analizada por la Comisión de Vías Públicas.

En 1834, el organismo propuso al gobierno la expropiación de esos terrenos y la rectificación del antiguo camino real. Así nació el Camino General Quiroga, llamado así en homenaje al caudillo riojano asesinado en Barranca Yaco. Esta decisión fue clave para el futuro del barrio.

Una quinta partida en dos

La apertura del Camino General Quiroga dividió en dos la antigua quinta de Valente. Para ese entonces, la propiedad ya estaba inmersa en el concurso de bienes de Juan Bautista Ferreira, cuyos negocios seguían en caída libre.

La parte sur de Rivadavia, donde se encontraban las casas antiguas y la famosa capilla, fue adquirida en 1838 por Miguel Ramón Rodríguez Orey, uno de los acreedores. Hacia el final del gobierno de Rosas, esa fracción quedó en manos de su viuda, doña Lucía Carranza, una figura destacada de la sociedad porteña, inmortalizada en un célebre retrato de Carlos Enrique Pellegrini.

Los primeros vecinos ilustres

Según la escritura de venta, esa fracción limitaba con diversas quintas que pertenecían a personajes que se convertirían en los primeros vecinos importantes del naciente Almagro: Nicolás del Arca, el genovés Bartolomé Lucchi y el inglés Tomás Sillitoe, entre otros.

Mientras tanto, la porción norte de la quinta de Carlos dos Santos Valente quedó separada por la nueva traza del camino y sería esa parte la que daría origen al nombre del barrio.

La familia Almagro entra en escena

En 1839, la fracción norte fue adquirida por la familia Almagro. Durante años hubo debate sobre quién fue el verdadero comprador. Algunos autores mencionaron a Toribio Almagro, otros vincularon la historia al doctor Juan María de Almagro, reconocido asesor de virreyes.

Sin embargo, los documentos son claros: el comprador fue Julián de Almagro, hijo de Juan María, casado con doña Pastora Díaz Guerra. Él fue quien, el 28 de septiembre de 1839, compró oficialmente la mitad norte de la antigua quinta.

La escritura que bautizó al barrio

La venta fue realizada por Juan de Victorica, síndico del concurso de bienes de Ferreira. El terreno se describía como ubicado en los suburbios de la ciudad, al oeste, y correspondiente a la mitad aproximada de la antigua quinta Valente, dividida por el Camino General Quiroga.

Julián de Almagro pagó 6.500 pesos corrientes por esas tierras, firmando la escritura ante el escribano Faustino Ortiz de Oroño. Conservó la propiedad durante largos años, vendiendo solo algunas fracciones a partir de 1851.

El ferrocarril y un gesto decisivo

En 1857, con la creación del Ferrocarril del Oeste, sus directivos iniciaron gestiones con los principales propietarios de la zona para trazar las vías. Muchos vecinos donaron las franjas solicitadas, aun cuando eso perjudicaba sus terrenos.

Julián de Almagro fue más allá: donó no solo el terreno para las vías, sino también el espacio necesario para instalar una estación de pasajeros. Por esa razón, y porque la zona ya era conocida como Quinta de Almagro, la estación recibió ese nombre, que luego se trasladó al barrio entero.

Tranvías, estaciones y crecimiento urbano

La estación tuvo poco movimiento y fue clausurada en 1887, aunque el edificio subsistió hasta principios del siglo XX. En 1871, el primer tranvía cruzó Almagro, impulsado por Mariano Billinghurst y electrificado en 1898 como Tramway La Capital.

El nombre Almagro no nació de una decisión oficial: nació de una familia, de una quinta y de un gesto que ayudó a que Buenos Aires creciera.

 

Así, entre quintas, caminos, donaciones y transporte, el barrio fue tomando forma, dejando atrás el paisaje rural para convertirse en uno de los corazones más activos de la ciudad.

 

Por Pablo L.