Un método probado en Patagonia que multiplicó la supervivencia de árboles jóvenes y protege el ambiente

De un problema viejo a una solución innovadora

En varias forestaciones patagónicas surgió una idea distinta: combatir hormigas sin recurrir a químicos tóxicos. Investigadoras de la Universidad de Buenos Aires pusieron a prueba un método que, lejos de matar todo lo que se mueve, busca disuadir a las hormigas con ingredientes naturales. El cambio fue enorme: la supervivencia de los árboles jóvenes pasó de un pobre 2 % a un impresionante 54 %.

El punto clave de esta técnica es evitar los venenos que contaminan el suelo y afectan a otros insectos, optando por repelentes vegetales que las hormigas rechazan. Así, los árboles crecen tranquilos mientras la fauna subterránea sigue cumpliendo su rol en el ecosistema.

Un bosque más sano sin químicos

En vez de dispersar cebos envenenados por el terreno, el método se basa en sustancias naturales que incomodan a las hormigas. Se generan barreras invisibles alrededor de las plántulas, impidiendo que lleguen a devorarlas. El resultado: más posibilidades de que los árboles se desarrollen sin sufrir ataques constantes en sus primeros meses de vida.

Los ensayos se hicieron en diferentes predios de reforestación reciente en la Patagonia. Allí, la combinación de extractos naturales repelentes con atrayentes ubicados lejos de los árboles logró que las colonias de hormigas desviaran su atención, reduciendo notablemente los daños.

“Pasar de un 2 % a un 54 % de supervivencia no es magia, es planificación ecológica”, resumió una de las investigadoras.

Resultados claros y un freno inesperado

Los números hablan por sí solos: más de la mitad de las plántulas sobrevivieron en las zonas donde se aplicó la técnica. Sin embargo, pese a los buenos resultados, el proyecto no se pudo sostener como protocolo oficial por falta de financiamiento. Hoy no se aplica de forma masiva, pero quedó como un modelo valioso para futuras investigaciones y para comunidades que quieran probarlo.

Este enfoque encaja perfecto en cooperativas agroecológicas, viveros comunitarios y reservas naturales. No requiere equipos sofisticados ni inversiones millonarias, solo compromiso y un manejo ordenado de los repelentes y atrayentes.

Por qué funciona y por qué importa

La clave del éxito es simple: las hormigas se topan con una barrera que no les gusta y buscan otro lugar donde alimentarse. Los árboles, libres de ataques, pueden crecer fuertes. Y lo más importante: no quedan restos de veneno en el ambiente, no se contamina el agua ni se daña a insectos beneficiosos o microorganismos del suelo.

Este método demuestra que la eficacia no está peleada con el cuidado ambiental. Se puede resolver un problema histórico de las forestaciones sin poner en riesgo la salud de la tierra ni la biodiversidad que la habita.

De la Patagonia al barrio

Aunque nació en contextos de reforestación, la técnica se puede adaptar a huertas urbanas, jardines escolares o espacios verdes comunitarios. Con algunos ajustes, se logra el mismo principio: repeler sin envenenar, redirigir sin exterminar.

Si en tu patio o huerta detectás hormigas donde no deberían estar, podés preparar un extracto casero con plantas repelentes como lavanda, ruda o menta, y aplicarlo alrededor de los cultivos. También se pueden colocar recipientes con atrayentes a distancia para que concentren su actividad lejos de las plantas jóvenes.

Un recurso para cuidar lo que es de todos

Este tipo de soluciones son ideales para proyectos escolares, viveros vecinales o reservas urbanas. No solo se ahorra en productos químicos costosos, sino que se preserva la vida que hace posible un suelo sano: lombrices, polinizadores y microorganismos.

Menos químicos, más naturaleza. Cuidar un árbol sin envenenar el entorno es un acto simple pero poderoso, que ayuda a que nuestras comunidades crezcan verdes, saludables y en armonía con la biodiversidad.

Por Pablo L.