El Palacio de los Bichos, un emblema barrial cargado de leyendas y una tragedia que aún estremece
Un castillo que guarda secretos
En pleno corazón de Villa del Parque, sobre la esquina de Campana y Tinogasta, se levanta una construcción que combina elegancia, misterio y una historia trágica. Los vecinos la conocen como el Palacio de los Bichos, aunque también se la llama el Castillo de Villa del Parque o el Palacio de los Pájaros.
Su nombre original proviene de las gárgolas con forma de animales que decoraban su fachada, hoy ausentes pero aún presentes en la memoria colectiva. La mansión es tan representativa que figura en el escudo oficial del barrio, como un guiño a su carácter de ícono local.
La boda que terminó en tragedia
La historia del castillo comenzó en 1910, cuando Rafael Giordano, un aristócrata italiano, lo mandó a construir como regalo de bodas para su hija Lucía y su prometido, el violinista Ángel Lemos. La fiesta de casamiento se celebró el 1 de abril de 1911 en la flamante mansión, con música, risas y brindis que presagiaban un futuro feliz.
Pero la felicidad se quebró de golpe. Al salir de la fiesta, los recién casados debían cruzar las vías para llegar al carruaje que los llevaría a su luna de miel. Un tren los embistió y murieron en el acto, bajo la mirada atónita de familiares y amigos que los despedían desde los balcones. Algunos dicen que fue la oscuridad y el ruido del tren lo que los sorprendió; otros, que el sol de la mañana los encandiló justo en el momento fatal.
El abandono y las voces en la noche
Devastados, los padres de Lucía tapiaron la mansión y regresaron a Sicilia, dejándola vacía. Pasaron los años y, una década después, los vecinos empezaron a escuchar cosas extrañas. Melodías de violín que se cortaban con el paso del tren, gritos ahogados, sombras danzando en las ventanas, pasos que resonaban en la madrugada.
Así nació la leyenda: los fantasmas de Lucía y Ángel siguen rondando el castillo. Ella, con su vestido blanco y mantilla impecable; él, con su frac negro. Para los de afuera, un relato inquietante. Para los de adentro, un patrimonio invisible que forma parte de la vida del barrio.
“Tenemos castillo. Y en el castillo viven fantasmas. Y punto”
El presente del Palacio
Durante décadas, el lugar estuvo cerrado. Hubo intentos de convertirlo en el Museo de Villa del Parque, pero nunca prosperaron. En los años 90, funcionó como casa de té y salón de fiestas, momento en el que fue restaurado aunque perdió las famosas gárgolas.
Hoy el edificio alberga departamentos y en la planta baja funciona un spa y un centro de hidroterapia. Desde el tren, quienes saben dónde mirar pueden reconocerlo al instante, aunque no es un lugar que se muestre abiertamente a los curiosos. En Villa del Parque lo cuidan como a un tesoro: no quieren que la magia —o el misterio— se pierda con demasiada exposición.
El pacto silencioso de los vecinos
En el barrio todos saben y todos callan. Los vecinos más antiguos guardan la historia como un secreto compartido, orgullosos de convivir con un pasado que mezcla romance, tragedia y sobrenatural. Los nuevos habitantes aprenden rápido que, en Villa del Parque, las leyendas no se discuten: se preservan.
Los que viven en el castillo no lo ven como una carga sino como un privilegio. Comparten su día a día con los viejos fantasmas, y aunque nadie pueda probarlo, la sensación es que ellos también forman parte de la comunidad, como si fueran vecinos de toda la vida.