Desde el jardín hasta la docencia universitaria: la historia educativa de Jorge Mario Bergoglio, el “Papa de Flores”, quien falleció el lunes 21 de abril de 2025
Infancia en Flores: primer patio y primera comunión
De chico, en el barrio de Flores, Jorge correteaba por el Jardín de Infantes del Instituto Nuestra Señora de la Misericordia, a un par de cuadras de su casa de la calle Membrillar, donde también haría su primera comunión años más tarde.
Aquellas aulas chiquitas, con olor a plasticola y tizas, le enseñaron lo básico: compartir, escuchar y rezar con los demás, cosas simples que después cargaría en la valija de su vida entera.
Primaria estatal y llamado vocacional
La primaria la cursó en la Escuela N.º 8 D.E. 11 «Cnel. Ing. Pedro Antonio Cerviño», de gestión estatal, donde se quedó hasta 5.º grado y dejó amigos, maestras y recuerdos con olor a patio de tierra húmeda después de la lluvia.
Después siguió camino como interno en el Colegio Vilfrid Baron de los Santos Evangelios, en el complejo Don Bosco de Ramos Mejía, un salto que lo acercó de lleno a la vida religiosa y a ese ritmo de estudio, silencio y comunidad que lo marcó para siempre.
En Flores, el barrio lo seguía esperando para los domingos y las fiestas, porque la pertenencia no se muda aunque uno cambie de colegio; esa idea de “volver” fue un hábito suyo durante décadas.
Secundaria técnica: química, estudio y laburo
Para la secundaria regresó a la Ciudad y cursó en la Escuela Industrial N.º 12, en Goya 351, Floresta, donde se egresó como técnico químico en 1955 después de darle duro a laboratorio, fórmulas y guardapolvo con manchas.
Esa escuela, que desde 1965 funciona como Educación Técnica N.º 27 «Hipólito Yrigoyen», hoy guarda en sus pasillos el recuerdo del alumno Bergoglio, con pibes que se miran en ese espejo y sueñan con llegar lejos saliendo de un aula pública.
La formación técnica le dio oficio de precisión y cabeza de taller, un modo de pensar ordenado que después aplicó a todo, desde la lectura hasta la gestión, pasando por la cocina de un seminario.
Placas, memoria y orgullo de escuela pública
Desde 2014, tanto la Cerviño como la Técnica 27 exhiben placas que recuerdan su paso, pequeños bronces que hacen grande la memoria educativa del barrio y que invitan a los chicos a levantar la mirada del cuaderno.
“Es un honor para nuestra escuela”, dijo la directora Rosana Domínguez, y resumió lo que sienten tantas docentes que dejan la piel todos los días para que cada pibe encuentre su oportunidad, venga de donde venga.
“Es un triple orgullo porque el Papa es argentino, es técnico y de la 27”, remarcó el rector Néstor Policaro, como quien levanta una bandera que es de todos y la clava en el patio para que la vean los de primero y los de sexto.
Vocación docente: aulas que dejan huella
Ya metido de lleno en la vida religiosa, con base en el Seminario de Villa Devoto, dio clases de Literatura y Psicología en colegios y en la Universidad del Salvador, donde también ejerció como vicerrector académico.
Hay una anécdota que siempre vuelve: su vínculo con Jorge Luis Borges a través del Colegio Inmaculada Concepción, cuando se armó un curso para los alumnos y la literatura se volvió conversación viva en el aula.
En esos años de tiza y cuaderno, Bergoglio fue antes que nada un profesor que escuchaba, que corregía con paciencia y que alentaba a pensar sin miedo, como se aprende mejor en las escuelas de la Ciudad.
Un porteño en Roma: del aula al papado
El 13 de marzo de 2013, el vecino de Flores se convirtió en Francisco, el primer Papa argentino y latinoamericano, y llevó a Roma esa cadencia barrial de cercanía y cuidado por el que la pasa mal.
Con el correr de los años, cada viaje y cada mensaje suyo volvió a poner la educación en el centro, como llave para abrir puertas y como abrazo para no dejar a nadie afuera del aula.
Por eso duele su partida y reconforta su camino, porque el maestro no se va del todo cuando deja una enseñanza, y acá dejó varias que siguen haciendo ruido en los recreos.
Lo que decía de educar: esperanza y comunidad
“Educar es en sí mismo un acto de esperanza”, repetía, y pedía a los docentes recordar el aporte enorme que hacen cada día, repartiendo “el pan de la verdad” entre chicos y chicas de todos los barrios.
También insistía en que la escuela despierta el sentimiento de la sociedad como hogar, y que las vidas jóvenes pueden “hacer historia” cuando se animan a crear y sumar con otros.
Reconocía que el hijo del gaucho, el migrante del interior o el extranjero encontraron en la educación básica la llave para trascender su origen y buscar un lugar en un proyecto común que no deja a nadie en la banquina.
“Todos tienen derecho a la educación, nadie debe ser excluido… la justicia entre los pueblos y el cuidado de la casa común pasarán por el corazón, la mente y las manos de quienes hoy son educados”.
Flores, la Basílica y el “sí” de los 17
La historia del “Papa de Flores” hunde raíces en la Basílica de San José, donde a los 17 sintió el llamado que lo cambiaría para siempre, ese “sí” íntimo que luego se volvió servicio y palabra pública.
De Varela a Membrillar, del club a la parroquia, su mapa afectivo fue el de cualquier pibe porteño, con amigos de potrero y adultos que lo acompañaron sin tanto verso y con mucho ejemplo.
Duelo y memoria en las escuelas de la Ciudad
Tras su fallecimiento el lunes 21 de abril de 2025, las escuelas de la Ciudad realizaron un minuto de silencio y anunciaron que hasta el 28 de abril izarían la bandera a media asta como gesto de respeto.
Las instituciones donde estudió también le rindieron homenajes sencillos, con placas, palabras y abrazos que dicen “gracias, profe”, porque esa fue siempre la manera más porteña de despedir a los propios.
Un legado educativo que sigue andando
Quedan sus textos y homilías, pero sobre todo quedan patios llenos de pibes con ganas de aprender, maestras que ponen el cuerpo y familias que empujan para que nadie se baje del estudio.
Si algo resumía su mirada era simple: la educación como abrazo que agranda la mesa, un lugar donde el de al lado deja de ser extraño para convertirse en compañero.
Y si de Flores salió al mundo, fue porque la Ciudad le dio el andamiaje para treparse, con escuela pública, técnica exigente y profes que supieron ver al pibe antes que al futuro Papa.
Volver al aula: la mejor manera de recordarlo
Honrar su memoria no es solo colgar una foto, es sostener la puerta abierta del aula para todos, con libros, merienda y tiempo para escuchar, que es como empieza lo bueno.
Porque si educar es un acto de esperanza, la Ciudad tiene la chance de renovarla cada mañana, cuando suena el timbre y los chicos entran con mochilas, risas y algún sueño nuevo por estrenar.
En definitiva, la vida educativa de Jorge Mario Bergoglio cuenta una historia muy nuestra: jardín barrial, primaria estatal, técnica con guardapolvo, docencia comprometida y un corazón que nunca dejó de aprender.