De fonda a almacén-bar, un rincón que conserva su magia

Los orígenes: La Armonía y los hermanos asturianos

El local comenzó en 1915 como una pequeña fonda en una esquina disputada entre San Cristóbal y Balvanera. Una década después, los hermanos Cao, provenientes de San Tirso de Abres, Asturias, transformaron la esquina en un almacén con despacho de bebidas llamado “La Armonía”, que ofrecía fiambres frescos, productos al peso y artículos para el hogar.

La clientela pronto se convirtió en fiel amiga de la familia. Entre los visitantes ilustres pasaron artistas como León Ferrari y Roberto Del Villano, el letrista Guillermo Pérez Bravo, el escritor Edgardo Lois, el historiador Horacio Spinetto y el museólogo Diego Ruiz. Incluso la Presidenta de la Academia Porteña del Lunfardo, Otilia Da Veiga, dejó su huella. Todo esto consolidó la reputación y el espíritu cálido del lugar.

Pepe y Vicente Cao estuvieron al frente hasta el fin de siglo, manteniendo la esencia de aquel almacén-bar donde la madera, las estanterías y el piso calcáreo cuentan historias. En 1999 Vicente falleció y Pepe cerró el local seis meses después, regresando a Asturias hasta su muerte en 2002.

Renacimiento del Bar de Cao

Entre 2001 y 2004 la esquina reabrió con otro nombre y funciones, y a partir de 2005 pasó a manos de un grupo gastronómico que gestiona varios bares notables de la Ciudad. Se amplió el salón hacia la calle Matheu y se unificó el espacio, conservando las puertas vaivén, las ventanas guillotina y la mesada de mármol. El respeto por el mobiliario mantiene viva la sensación de estar con Vicente o Pepe al frente.

Las modificaciones no borraron las huellas del pasado. Cada detalle parece susurrar historias del almacén: escobas, frascos de pastas secas, aceitunas y porotos que evocan un comercio familiar, cercano y lleno de vida.

Historias de amor, escobas y confidencias

Luis, un empleado fiel, observaba desde la despensa los idas y vueltas del novio de Esthercita, que postergaba el casamiento con excusas y pavoneos. Con dedicación, Luis registraba cada gesto del joven mientras las cartas llegaban de mujeres de barrios vecinos que esperaban recuperar sus amores perdidos. El almacén-bar se convirtió en confidente y sanador de corazones.

Con el tiempo, Luis decidió actuar. Tomó la escoba reservada para Esthercita y, sin ser visto, salió del almacén rumbo a su casa. El resultado fue un giro inesperado: la boda finalmente se confirmó, con la intervención silenciosa pero decisiva del almacén-bar y sus habitantes, consolidando historias que aún hoy se recuerdan con cariño.

Así, el Bar de Cao no es solo un lugar para comer o tomar algo. Es un espacio donde el pasado convive con el presente, donde las paredes guardan secretos de amistades, romances y encuentros culturales que hacen del barrio de San Cristóbal un lugar único.

 

Por Pablo L.