Una estadística alarmante, los aspirantes deben tener el título de abogado y un curso de práctica notarial previo o práctica profesional en escribanías.
También deben aprobar un examen escrito. El tribunal plantea una situación real, que resolverán en cuatro horas.
«Tenés que saber jurisprudencia, derecho impositivo, derecho fiscal, algo de informática y conocimientos básicos de Excel», cuenta a Clarín Claudio Caputo, presidente del Colegio de Escribanos de la Ciudad.
En el caso que aprueben, pasan a un examen oral, ante un jurado de cinco personas. Si sale bien el escrito y luego se desaprueba el oral, hay que rendir el escrito nuevamente.
Existen dos mesas de exámenes por año. En abril rinden los que quieren ser titulares (responsables de las oficinas) y los adscriptos (trabajan en la oficina de los titulares).
Si sacan entre 5 y 7 logran el pase a oral por adscripción. Si sacan más de 7 y luego aprueban el oral, logran la titularidad.
En octubre, rinden solo los que aspiran a ser adscriptos. Para aprobar, hay que sacar 5 puntos y luego pasar al oral. No hay cupo de aprobaciones.
Durante el mes de abril de 2018, aprobaron solo el 7% de los aspirantes: 9 titulares y 19 adscriptos.
Entre los pocos que lograron la meta, estuvo Graciela Galperín (57). «Hace 32 años que soy abogada, así que me había quedado esta asignatura pendiente.
Rendí una vez en 2016, dos veces en 2017, y en abril del 2018. El cuarto escrito fue el vencido. Y oral fue el primero.
Así que puedo decir que estuvo bien», cuenta en la puerta del Colegio, donde fue a ver a sus amigas que estaban rindiendo.
Hay aspirantes que rindieron una decena de veces. Como Julieta Cáceres (34) que se viene presentando sin interrupciones desde 2011, dos veces por año.
«Es un examen difícil porque son casos como de laboratorio, que pueden abarcar cualquier rama de la carrera.
Uno tiene que venir sabiendo un poco de todo», comenta. «Desde chica quise ser escribana. Es una profesión que implica honestidad, un cierto protocolo, y eso me gusta», continúa.
Para otros, como Martín Campopiano (31), esta fue la primera experiencia. «El examen es bastante complicado. Esta es la primera vez que lo rindo.
Trabajo en una escribanía desde hace cinco años, y siempre me gustó. Cuando me terminé de recibir de abogado me di cuenta de que me gustaba más lo notarial», recuerda.
Para poder ejercer, tienen que estar adscriptos en la AFIP como empleador y presentar un certificado de que no tienen antecedentes policiales. Luego, por ley, están obligados a tener capacitación permanente anual, con cursos presenciales y virtuales.
Es un rubro con gran presencia femenina. De las juras del 2018, el 70% fueron mujeres. Y actualmente, de los matriculados en la Ciudad, el 60% son mujeres (hay 1.211 escribanas) y el 40% varones (hay 783 escribanos). Además, la edad promedio viene bajando: hay muchos escribanos jóvenes.
Un dato polémico de la profesión es que, aún hoy, existen títulos que se heredan. «Hay provincias en las que sigue funcionando un esquema por el que el titular (que es el padre) nombra al hijo adscripto», dice Caputo.
«En los hechos prácticos es absolutamente cierto. En los hechos jurídicos, si decís eso, te dicen que es mentira», agrega.
En Capital, «si yo quiero que mi hijo sea escribano, tiene que venir acá y rendir el examen», subraya el director del Colegio. «La semana pasada se sancionó una ley en la Provincia de Buenos Aires que acaba de terminar con que el titular pueda nombrar un adscripto, que era su hijo, sin examen alguno. Ahora ya es igual que en Capital, pero recién desde la semana pasada», señala.
Los escribanos son «árbitros» entre lo que uno cree que es un derecho y el otro cree que es un derecho. Su principal tarea es la escrituración de los actos de compraventa inmobiliaria.
También hacen escrituras por actos de donación (cuando los padres, en su adultez, ceden sus bienes), constituyen poderes y autorizaciones (de viaje o de menores) y constituyen sociedades comerciales.
Existe la creencia de que el escribano «te cobra una fortuna por una firma». Sin embargo, Caputo sostiene que «desde el punto de vista económico es mucho más lucrativo ser abogado que ser escribano».
Por ejemplo, por un acto de compraventa, la ley indica que un escribano puede cobrar hasta un 2% de honorarios sobre el valor de la escritura.
Si una persona no está conforme con lo que le cobró un escribano, puede ir a la Comisión de Arancel, los lunes a las 19 horas en el Colegio.
Con una factura proforma se analizará el caso y si el requirente tiene razón, aseguran que se le devuelve lo que le cobraron de más.