La escultura restaurada fue reinstalada en su sitio original frente al Palacio de Justicia, en un acto cargado de emoción y compromiso con la memoria

Un regreso que renueva el homenaje a las 85 víctimas del atentado

Después de más de dos años de trabajo, el monumento en homenaje a las víctimas del atentado a la AMIA volvió a brillar en Plaza Lavalle. La escultura, que recuerda a las 85 personas asesinadas en el ataque del 18 de julio de 1994, fue reinstalada el pasado 15 de enero frente al Palacio de Justicia, en un acto que combinó emoción, historia y un fuerte compromiso con la memoria colectiva. La obra, que había sido retirada el 5 de enero de 2022 por motivos de conservación, fue completamente restaurada por el equipo del Taller MOA (Monumentos y Obras de Arte del Gobierno de la Ciudad), en conjunto con la asociación Memoria Activa y los artistas Mirta Kupferminc y Andrés Segal, creadores de la pieza original y donantes de la misma. El regreso del monumento marca un paso importante hacia el trigésimo aniversario del atentado, previsto para julio de este año.

“Este regreso no es solo una restauración física, sino un acto de memoria activa y un llamado constante a la justicia”, expresó Pamela Malewicz, subsecretaria de Cultura Ciudadana y Derechos Humanos de la Ciudad.

Un proceso de cuidado, respeto y trabajo en equipo

La escultura fue retirada de manera preventiva tras detectar signos de deterioro por el paso del tiempo y vandalismo, buscando evitar daños mayores. Durante meses, fue restaurada con materiales resistentes y métodos que respetaron su forma original, realzando además su valor simbólico como obra de arte y testimonio social. Gracias a una reciente resolución de la Legislatura porteña, se regularizó formalmente la donación de la obra, estableciendo al Gobierno de la Ciudad como responsable de su mantenimiento y preservación, según la Ley 6.623. La escultura ahora luce nuevamente en su sitio, como señal firme de que la memoria no se borra, se cuida y se multiplica.

AMIA: una herida que sigue doliendo

El atentado a la sede de la AMIA, ocurrido el lunes 18 de julio de 1994 a las 9:53, fue el peor ataque terrorista en la historia argentina. Una bomba destruyó el edificio ubicado en Pasteur 633, en pleno barrio de Once, y dejó un saldo devastador: 85 personas muertas y más de 300 heridas. La ciudad entera se paralizó. La solidaridad no tardó en llegar: voluntarios, médicos, vecinos y rescatistas se volcaron al lugar para ayudar en las tareas de emergencia, mientras la comunidad entera lloraba la tragedia. El ataque no solo destruyó un edificio, sino que también dejó una marca imborrable en la historia del país. A casi 30 años, las causas judiciales siguen sin justicia firme, y el reclamo por verdad y condena a los responsables continúa tan vigente como el primer día.

Historias que siguen saliendo a la luz

La historia del atentado tiene capítulos que siguen revelando el entramado de impunidad y dolor. Inicialmente se registraron 86 víctimas fatales, pero en 2001 se descubrió que una de ellas había fingido su muerte para cobrar una indemnización, reduciendo la cifra oficial a 85. La víctima número 85, Augusto Daniel Jesús, era un joven de 20 años que asistía a un curso con su madre en la mutual en el momento del atentado. Su historia, como la de tantas otras, fue recuperada años después, reforzando la importancia de reconstruir la memoria en forma colectiva.

Un monumento para no olvidar

La escultura reinstalada en Plaza Lavalle no es solo un objeto artístico. Es un símbolo vivo de la memoria, el dolor y el reclamo de justicia. Cada nombre tallado, cada forma que la compone, recuerda que las víctimas no son cifras, sino vidas que fueron arrancadas por el odio. En una época donde muchas veces se intenta avanzar dejando atrás lo doloroso, gestos como este marcan la diferencia. Reafirmar el lugar de la memoria en el espacio público es también una forma de educar, de reparar y de decir “presente” frente al olvido.

Memoria activa, justicia pendiente

A medida que se acerca el 30° aniversario del atentado, este acto de restauración toma un valor especial. Porque no es solo una acción simbólica: es una muestra de voluntad institucional para mantener vivo el reclamo. Desde la Ciudad aseguran que seguirán trabajando en la preservación del patrimonio memorial y en acompañar a las organizaciones de familiares y sobrevivientes en cada acto, cada fecha y cada reclamo que mantenga viva la consigna: Memoria, Verdad y Justicia.

Por Pablo L.