Un llamado a la participación activa, al respeto y a la transformación cultural desde el barrio y hacia el mundo

Un día para visibilizar, pero sobre todo, para actuar

Cada 3 de diciembre se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha que nos invita a reflexionar sobre la inclusión y los derechos de millones de personas, y también sobre lo que aún falta para que esa inclusión sea real, cotidiana y sin vueltas.

En la Ciudad de Buenos Aires, desde el Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes se reafirma este compromiso todos los días. El trabajo apunta a garantizar que cada pibe y cada piba, sin importar su condición, pueda acceder a una vida digna, con oportunidades y sin barreras.

Pero esto va más allá de lo simbólico: es un compromiso concreto con la inclusión en todos los niveles, tanto en la infancia y la adolescencia, como en la forma en que se piensa y se construye el organismo estatal, sumando también personas adultas con discapacidad como colaboradores activos en distintas áreas.

Una estrategia global con impacto local

Desde 1992, esta fecha es impulsada por la ONU como parte de una agenda más amplia por los derechos humanos. En 2019, su Secretario General, António Guterres, presentó la “Estrategia de las Naciones Unidas para la Inclusión de la Discapacidad”. Una hoja de ruta clara para que la discapacidad sea transversal a todas las políticas públicas.

Esta estrategia no se limita a mejorar el acceso a edificios o instalaciones: habla de la necesidad de que las personas con discapacidad estén representadas en la información, la cultura, la comunicación, las decisiones. Que sean parte del diálogo social y no solo receptoras de servicios.

Desde la Ciudad, este enfoque internacional se toma como guía para seguir avanzando en cada barrio, capacitando, difundiendo y generando espacios donde la inclusión no sea solo una palabra linda, sino una realidad vivida.

Romper mitos, abrir puertas, construir futuro

Una parte clave de este trabajo es la formación. Porque la inclusión no empieza en una rampa, sino en la cabeza de cada uno de nosotros. El Consejo impulsa campañas para desarmar prejuicios, abrir conversaciones incómodas y generar empatía genuina en todos los niveles de la comunidad.

Además, se promueven acciones concretas como la adopción de niñas, niños y adolescentes con discapacidad, ampliando las posibilidades de formar familias y acompañar trayectorias únicas, valiosas, llenas de desafíos pero también de amor.

Estas políticas no se hacen solas: requieren de la participación activa de escuelas, centros de salud, clubes, organizaciones sociales y vecinos. Porque nadie queda afuera de este proceso si hay voluntad de construir una ciudad que abrace la diversidad.

“La inclusión no es un favor, es un derecho. Y si la sociedad no lo garantiza, estamos fallando en lo más esencial”, señalan desde el equipo de profesionales del Consejo.

Incluir no es un lujo, es una necesidad democrática

Cada vez que una persona con discapacidad logra estudiar, trabajar, moverse con autonomía, formar una familia o decidir sobre su vida, no es solo un logro individual, es una señal de que como sociedad vamos en el rumbo correcto.

Desde Agronomía hasta Lugano, desde Recoleta hasta Mataderos, todos los barrios tienen algo para revisar y algo para aportar. Porque las barreras muchas veces no son de cemento, sino de indiferencia.

Por eso, este 3 de diciembre —y todos los días— el llamado es claro: informarse, acompañar, escuchar, incluir. Con gestos cotidianos, con cambios institucionales, con palabras que abran caminos en vez de cerrarlos.

Por Pablo L.