La historia de un proyecto habitacional pionero que cambió la vida de cientos de familias en Chacarita
De los conventillos a la vivienda digna
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, la llegada masiva de inmigrantes transformó la fisonomía porteña. Familias enteras desembarcaban con lo puesto, buscando un lugar donde vivir. Sin recursos para costearse una pensión, mucho menos un hotel, muchos terminaron en las casas de inquilinato: viejas construcciones de planta rectangular, con piezas diminutas alineadas en torno a un patio central, baños y piletas compartidas. Allí se cocinaba, se dormía, se almacenaba y, a veces, se improvisaba hasta el baño en el mismo espacio.
En esos patios se mezclaban discusiones por el uso de las instalaciones con fuertes lazos de solidaridad. La precariedad y el hacinamiento traían enfermedades y conflictos, pero también unión frente a los abusos. La renta, siempre elevada, desencadenó en 1907 la famosa Huelga de Conventillos, iniciada en el de Cuatro Diques y que se expandió por toda la ciudad. El reclamo era claro: bajar los alquileres, eliminar garantías, evitar desalojos por falta de pago y mejorar las condiciones de higiene.
Primeras políticas para cambiar la historia
Fue recién en 1913 cuando el Estado dio el primer paso concreto: un contrato entre la Intendencia y la Compañía de Construcciones Modernas para levantar 10.000 viviendas con fondos públicos. El proyecto quedó trunco por la Primera Guerra Mundial, pero marcó un antecedente. En 1915, la Ley 9677, conocida como Ley Cafferata, creó la Comisión Nacional de Casas Baratas para construir viviendas modestas a precios accesibles y erradicar los conventillos.
La Iglesia, a través de la Unión Popular Católica Argentina, también se sumó con el Conjunto Habitacional de Flores en 1921. Desde el socialismo se impulsaban alternativas cooperativas, administradas por los propios trabajadores, aunque esas ideas tardarían en materializarse. En ese contexto nació el debate central: viviendas colectivas, más rápidas y baratas de construir, o casas unifamiliares, pensadas para fomentar el apego a la propiedad y la disciplina doméstica.
Un barrio que fue ejemplo
La Comisión, encabezada por Marcelo T. de Alvear, decidió construir en zonas sur y suroeste, donde ya vivía gran parte de la población trabajadora. Las casas unifamiliares eran blancas, con techos de tejas y cercos bajos, ordenadas alrededor de plazas o en forma de mosaico, y reservadas a familias argentinas o extranjeras con al menos 25 años de residencia, preferentemente numerosas y con empleo estable en el sector público.
Con los primeros resultados positivos, se planteó en 1923 la posibilidad de construir viviendas colectivas con fondos de un empréstito para fomento urbano. El concurso público exigía edificios para 90 a 100 familias, con alturas de 3,50 metros en planta baja y 3 metros en los pisos superiores, y capacidad para albergar hasta 400 niños. Así surgió “La Colectiva” en Chacarita, un proyecto que combinó la idea de vivienda accesible con una infraestructura sólida y ordenada.
“La Colectiva marcó un antes y un después en la vivienda social porteña, dejando atrás la precariedad de los conventillos”
De casa barata a propiedad horizontal
El complejo no solo significó un cambio en la calidad de vida, sino que introdujo un modelo urbanístico novedoso para la época. La organización interna y la distribución de los espacios fomentaban la convivencia, pero con reglas claras que garantizaban la higiene y el mantenimiento. Con el tiempo, muchas de estas viviendas pasaron a régimen de propiedad horizontal, permitiendo a las familias convertirse en dueñas de sus hogares.
Hoy, “La Colectiva” sigue en pie como testimonio de una época en que la Ciudad se atrevió a dar un salto hacia la vivienda digna. Es memoria viva de la lucha obrera y de políticas públicas que buscaron integrar a quienes habían llegado con una valija llena de sueños y pocas monedas en el bolsillo.
Caminar por sus pasillos y patios es entrar a un pedazo de historia que recuerda que la Buenos Aires actual se construyó con esfuerzo colectivo, debates políticos y el trabajo de quienes apostaron a un futuro mejor, lejos del hacinamiento y con un techo propio sobre la cabeza.