La Ley 114: un compromiso real con la igualdad de las infancias en la Ciudad
En Buenos Aires, esta norma garantiza que cada niño y adolescente pueda crecer libre de discriminación y con oportunidades para desarrollarse plenamente
Un marco legal que va más allá del papel
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Ley 114 es un escudo contra la discriminación hacia las infancias y adolescencias. No se trata de un texto frío en un libro de leyes, sino de una herramienta viva que busca asegurar que cada chico y chica crezca en un entorno donde se respete su forma de ser, sin que su origen, género, orientación sexual, religión o discapacidad sean usados como motivo de exclusión.
Esta norma, vigente desde hace años, establece en sus artículos 20 y 21 que todas las personas tienen derecho a disfrutar de una vida plena, digna e integrada. Eso significa que, desde el Estado hasta las familias y las instituciones, hay una responsabilidad compartida para que ningún niño o adolescente quede afuera de la educación, la salud, el juego y la vida social por prejuicios o barreras.
Respeto y diversidad: dos caras de la misma moneda
Muchas veces se confunde igualdad con uniformidad, pero la verdadera igualdad implica reconocer y valorar las diferencias. La diversidad es lo que enriquece la vida en comunidad, permitiendo que cada persona pueda expresarse y desarrollarse según su identidad y sus talentos, sin miedo a ser discriminada.
En un barrio, la igualdad se construye todos los días: cuando un club abre sus puertas a todos los chicos sin distinción, cuando en la escuela se respeta la identidad de cada estudiante, cuando en la plaza nadie es excluido de un juego por “ser diferente”. Son esos gestos cotidianos los que transforman las leyes en realidades palpables.
El respeto es el primer paso para vivir y disfrutar de una vida plena en comunidad
Del texto legal a la acción concreta
Tener una ley escrita es importante, pero su verdadera fuerza surge cuando se la aplica en el día a día. Escuchar la voz de las infancias y adolescencias es clave para que sus necesidades y sueños estén presentes en las decisiones que se toman en la casa, en la escuela y en las políticas públicas.
Promover este derecho implica abrir espacios de participación, apoyar iniciativas que fomenten la integración y estar atentos para frenar cualquier situación de discriminación. La igualdad no es un regalo, es un derecho que se defiende y se ejerce.
La responsabilidad empieza en casa y sigue en el barrio
Los grandes cambios empiezan en los gestos más simples. Un hogar donde se enseña a respetar y a no discriminar siembra la base para una comunidad más justa. La escuela, el club, la plaza y hasta la esquina del barrio son escenarios donde se juega este compromiso, porque allí es donde las relaciones y la convivencia marcan huella.
Si logramos que las leyes como la 114 sean parte de nuestra vida cotidiana, tendremos una Ciudad donde ningún chico o chica sienta que su identidad es un obstáculo. La verdadera meta es que la igualdad deje de ser un objetivo y pase a ser una costumbre, tan natural como saludar al vecino o compartir la vereda.
Está en nuestras manos que esta norma no se quede en un papel. Se trata de actuar, de poner el hombro y de construir entre todos un lugar donde cada persona, sin importar su origen o condición, tenga las mismas posibilidades de aprender, jugar, crecer y soñar. Porque en definitiva, la igualdad no se declama, se practica.