Entre Av. Escalada y José P. T. Batlle y Ordóñez, un sector que estaba en desuso se convirtió en un campo moderno con servicios, paisajismo y estacionamiento para la Comuna 8
De espacio olvidado a cancha con identidad barrial
Entre Avenida Escalada y José Pablo Torcuato Batlle y Ordóñez, un terreno grande que estaba medio olvidado cambió de cara: ahora es un campo de futgolf con 18 hoyos, señalizado, prolijo y pensado para disfrutar sin romper con el espíritu del parque. Lo que antes era acopio de materiales hoy se convirtió en un recorrido para caminar, patear y pasarla bien.
El corazón del proyecto está en el diseño del juego: cada hoyo tiene su tee de salida, su fairway y su green, con desniveles suaves que desafían sin volverlo imposible. Así, quienes recién se animan y quienes ya le agarraron la mano pueden compartir la cancha sin molestarse, turnándose y aprendiendo en la práctica.
Para llegar a ese resultado hubo que mover suelo, nivelar y modelar pequeñas lomas que ordenan el paso de la pelota. Esos trabajos se hicieron cuidando los bordes arbolados, evitando cortar raíces importantes y protegiendo los sectores de sombra preferidos por las familias que usan el parque a diario.
El pasto también tiene su ciencia: se colocaron variedades resistentes al pisoteo en las zonas de mayor uso y césped más mullido en los greens, para que el toque final dependa del pie más que de la suerte. La transición entre áreas quedó marcada con bordes limpios que guían sin necesidad de rejas ni vallas.
Para orientarse, hay cartelería clara con el número del hoyo, la distancia aproximada y la dirección recomendada. En cada estación, pequeñas flechas y mojones pintados ayudan a no perder el hilo del recorrido, algo clave cuando se juega en equipos familiares o con chicos que se entusiasman y salen corriendo.
Equipamiento, servicios y accesibilidad
El circuito no vive solo: a un costado se construyó un sector de servicios de 120 metros cuadrados, con pérgola metálica para dar sombra, bancos de hormigón para descansar entre tiros y cinco baños cómodos, incluyendo uno accesible. También hay una pileta con cuatro canillas de agua potable y cestos dobles para separar residuos.
Quienes llegan en auto encuentran una playa de estacionamiento de 700 metros cuadrados con capacidad para treinta vehículos, pavimentada y demarcada. No es un detalle menor: ordena el ingreso en días concurridos y evita que los autos invadan senderos peatonales o el césped, algo que los vecinos venían reclamando hace rato.
El paisajismo apuntó a integrar lo nuevo sin borrar lo que ya existía. Se respetó la arboleda que da identidad al Parque Indoamericano y se sumaron especies arbustivas de bajo mantenimiento que atraen mariposas y pájaros. El resultado es un paisaje amable, con colores y texturas que cambian según la estación.
Más allá del juego, el proyecto propone recuperar la idea de parque como lugar de encuentro. Entre hoyo y hoyo, el paso invita a la charla, a caminar, a estirar las piernas. No hay tiempos oficiales ni apuros: la consigna es compartir, cuidarse entre todos y dejar el espacio tal como se lo encontró, o mejor.
«El objetivo es simple: moverse, disfrutar y fortalecer el sentido de comunidad en un espacio público cuidado entre todos».
El futgolf combina la precisión del golf con la pegada del fútbol: se patea una pelota número cinco buscando embocarla en un hoyo grande con la menor cantidad de golpes posible. Cada tiro obliga a leer el terreno, el viento y la inclinación. Es un deporte que engancha rápido porque no hace falta experiencia previa para disfrutarlo.
Para jugar de forma responsable conviene respetar algunas reglas simples del parque: esperar el turno, no avanzar hasta que el grupo de adelante termine, y evitar los tiros fuertes si hay personas cerca. Son hábitos fáciles que hacen la diferencia y que los chicos aprenden al ver a los grandes dar el ejemplo.
El circuito está pensado para todas las edades. Personas mayores encuentran un recorrido amable que invita a moverse sin exigencias extremas; los más chicos canalizan energía pateando y midiendo fuerzas; y los adolescentes descubren un plan al aire libre que compite mano a mano con la pantalla del celular.
En materia de accesibilidad, los accesos amplios, los caminos estables y la señalética a buena altura buscan que nadie se quede afuera. Los bancos cercanos a los tees permiten descansar, y los baños bien ubicados hacen que la estadía sea más sencilla para familias con niños o personas con movilidad reducida.
La seguridad también se trabajó desde el diseño: visuales abiertas, iluminación perimetral y recorridos que se cruzan con senderos peatonales muy usados, para que siempre haya circulación y ojos presentes. La cancha no es un coto cerrado, sino una parte viva del parque que convive con runners, ciclistas y mate en mano.
La decisión de ubicar el circuito entre Escalada y Batlle y Ordóñez tiene sentido urbano: ese sector necesitaba una intervención que ordenara el uso y frenara el deterioro. Con esta obra, el lugar ganó identidad y dejó de ser un gran vacío para convertirse en un destino con nombre propio dentro de la Comuna 8.
En lo económico y social, las mejoras en equipamiento y servicios suelen derramar en el entorno: aparecen ferias, clases, grupos que se organizan para jugar, y una agenda barrial que se enriquece. El futgolf, por su carácter recreativo, suma a esa red sin desplazar a nadie: complementa, no compite.
Otra ventaja es que el mantenimiento es razonable: riego calibrado, corte de pasto con distinta altura según el sector y señalización durable reducen costos y evitan intervenciones agresivas. Con gestión cotidiana y cuidado vecinal, el circuito tiene vida larga sin perder calidad ni volverse exclusivo.
La propuesta también puede funcionar como puerta de entrada a hábitos más saludables. Quien llega a patear se queda a caminar, a estirar, a charlar bajo la pérgola. En tiempos acelerados, ese rato sin pantallas, con cuerpo en movimiento y aire libre, vale oro para la salud física y la cabeza.
Hay, además, un plus emocional: muchos vecinos de Soldati, Lugano y Pompeya guardan recuerdos de picados en plazas y potreros. El futgolf retoma esa memoria del juego, pero la actualiza con una vuelta de tuerca que suma estrategia, paciencia y humor, porque siempre hay un tiro que rebota y arranca risas.
Si algo dejó claro esta transformación es que los espacios en desuso pueden renacer cuando hay una idea y un proyecto que escucha al barrio. No se trata solo de poner césped y pintar postes: hace falta diseñar pensando en cómo caminamos, cómo jugamos y cómo nos encontramos, para que el parque sea de todos y se sienta propio.
Con el circuito funcionando, el desafío que sigue es el de siempre: cuidarlo entre vecinos y Estado. No tirar basura, respetar los tiempos de los demás, levantar las cacas de las mascotas, usar los cestos, y avisar si hay roturas. Son pequeñas acciones que sostienen el derecho a un espacio público de calidad.
El Parque Indoamericano ya es un clásico del sur de la Ciudad. Con esta obra suma una razón más para visitarlo, descubrir rincones nuevos y apropiarse de un deporte que no distingue edad ni condición física. Al final del día, el objetivo es simple: moverse, compartir y volver a casa con la sensación de haber ganado en bienestar.
Quienes todavía no lo probaron pueden arrancar con recorridos cortos: elegir algunos hoyos, patear sin apuro y disfrutar el entorno. De a poco, las familias encuentran su ritmo y arman sus propias reglas amistosas, como contar chistes por cada tiro extra o celebrar los aciertos con un brindis de agua bajo la pérgola.
A medida que el circuito se haga conocido, es probable que lleguen escuelas, clubes y centros de día con grupos organizados. Ese uso mixto enriquece el parque y multiplica los vínculos entre generaciones, algo que se nota cuando abuelos, madres, padres y chicos comparten la misma cancha con objetivos distintos y una sonrisa común.
Con esta iniciativa, la Comuna 8 gana un nuevo punto de referencia para el deporte y el esparcimiento, en un entorno que apuesta por más verde, más movimiento y más comunidad. El futgolf ya tiene su casa en el Indoamericano y el barrio lo empieza a hacer propio, tiro a tiro.