Reconocimiento a quienes promueven la alimentación sostenible en barrios vulnerables, con el apoyo del CIFA y el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat

Un reconocimiento con valor social y ambiental

En una jornada cargada de emoción, se entregaron certificados a referentes de comedores barriales que participaron de los Talleres de Huertas Comunitarias dictados el año pasado en el Centro de Información y Formación Ambiental (CIFA). El encuentro no solo celebró el esfuerzo y la dedicación de quienes impulsan estas iniciativas, sino que también sirvió como bienvenida a los nuevos participantes de la edición 2025.

Los talleres fueron organizados por la Dirección de Control Ambiental y la Dirección de Políticas Ambientales de la Subsecretaría de Ambiente, en el marco del proyecto de Políticas Alimentarias del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat. El objetivo: fomentar la producción de alimentos sanos, sostenibles y accesibles en los barrios más vulnerables de la Ciudad.

Aprender para multiplicar

La capacitación incluyó clases prácticas y asesoramiento personalizado para el armado y mantenimiento de huertas. Cada participante llevó esos conocimientos a su comedor, donde replicó la experiencia con el fin de mejorar la alimentación de su comunidad y, al mismo tiempo, promover hábitos que reduzcan el impacto ambiental.

El trabajo abarcó desde la preparación del suelo y la elección de especies hasta técnicas de cultivo orgánico y manejo responsable del agua. Se priorizó el uso de prácticas sustentables que no dependan de agroquímicos y que fortalezcan la economía comunitaria.

“Cada huerta que nace en un comedor es un paso hacia una alimentación más sana y una comunidad más fuerte”

Experiencias que inspiran

Durante el encuentro, las referentes de la edición 2024 compartieron con las nuevas participantes sus aprendizajes, logros y desafíos. Algunas contaron cómo las huertas se convirtieron en un espacio educativo para los chicos, que participan sembrando, cuidando y cosechando, aprendiendo de dónde vienen los alimentos.

Otras destacaron que, gracias a las huertas, pudieron sumar verduras frescas a los menús de los comedores, mejorando la calidad nutricional de las comidas que ofrecen a diario. También resaltaron el valor de la cooperación vecinal, ya que muchas familias se sumaron a colaborar con el cuidado de las plantas.

Las instituciones participantes

Las referentes que recibieron sus certificados en esta edición representaron a instituciones barriales que trabajan en el corazón de los barrios más necesitados:

  • Asociación Civil Centro Comunitario Vecinal El Alfarero – Barracas (21/24)
  • Cebollita – Villa 15
  • Asociación Civil Comedor Popular Centro de Participación Comunitaria «La Sonrisa del Bajo» – 1-11-14 Richardelli
  • Centro Comunitario «Niños Felices» – 1-11-14 Richardelli
  • Comedor Frutillitas de Amor – Barrio Ramón Carrillo
  • Asociación Civil Mano a Mano – Villa 20, Lugano

Cada una de estas instituciones transforma día a día la vida de cientos de vecinos, no solo brindando alimentos, sino también impulsando acciones que fortalecen la autonomía alimentaria y el cuidado del medio ambiente.

Un puente entre alimentación y ambiente

Las huertas comunitarias no son solo una solución a la falta de alimentos frescos: son también una herramienta educativa y de empoderamiento comunitario. Permiten que los vecinos aprendan técnicas de cultivo, mejoren su dieta y, al mismo tiempo, refuercen el sentido de pertenencia y cooperación barrial.

Para el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, estas iniciativas son parte de una política integral que busca unir la seguridad alimentaria con la conciencia ambiental, fortaleciendo a las comunidades desde adentro hacia afuera.

Mirando hacia adelante

Con la edición 2025 en marcha, las expectativas son grandes. Los nuevos participantes ya comienzan su capacitación, con el desafío de implementar huertas en sus propios comedores y replicar el modelo en otros espacios comunitarios.

El éxito de estas experiencias demuestra que, con el acompañamiento adecuado, las comunidades pueden generar sus propios recursos para mejorar la alimentación y cuidar el entorno. Y, sobre todo, que cada huerta que florece en un barrio es una semilla de futuro para sus vecinos.

 

Por Pablo L.