Un espacio renovado para acompañar, cuidar y dar nuevas oportunidades a personas en situación de calle
Un cambio profundo en la forma de incluir
En el corazón de Once, frente a la estación, abrió sus puertas el nuevo Centro de Inclusión Social “La Mano de Dios”, un lugar pensado para que quienes atraviesan la dura experiencia de vivir en la calle puedan encontrar cuidado, contención y la posibilidad real de volver a ponerse de pie. La inauguración se realizó en el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas.
Este espacio, co-gestionado junto al Hogar de Cristo, fue completamente renovado para dejar atrás la lógica del antiguo parador nocturno. Ahora apunta a un modelo integral que prioriza la salud, la reinserción laboral, la revinculación social y la autonomía personal, entendiendo que no alcanza con un techo para una noche: se necesitan puertas abiertas para un nuevo comienzo.
Una jornada con fe, comunidad y escucha
La apertura arrancó al mediodía con una misa íntima oficiada por el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, quien llamó a “no dejar tirado al que se cayó” y a reconstruir el tejido social desde la fraternidad. En su homilía, destacó que “hay que poner el cuerpo” y acompañar con cercanía a quienes más lo necesitan.
Luego llegó el almuerzo comunitario: mesas largas, platos compartidos y ese espíritu de barrio que aparece cuando hay comida de por medio. Por la tarde, la Pastoral Judicial propuso un espacio de diálogo sin estrado ni formalidades, con jueces, curas, vecinos y personas en situación de calle compartiendo mate y tortas fritas. La consigna fue clara: presencia, cercanía y acción.
“Esto no lo resuelve nadie solo. Hay que actuar juntos: Iglesia, justicia, organizaciones y Estado”
Testimonios que duelen, respuestas que abrazan
Durante la charla surgieron relatos crudos sobre lo que significa vivir en la calle cuando, además, hay consumo problemático, hambre y exclusión. Desde la Pastoral Judicial alertaron sobre “el crecimiento brutal de las personas en situación de calle” y remarcaron la importancia de lugares como “La Mano de Dios” para tejer respuestas sostenidas y comunitarias.
El padre Gastón “Tonga” Colombres, vicario episcopal para el Servicio de la Caridad y el Desarrollo Humano, cerró el encuentro como anfitrión. Recordó que nadie sale solo de una situación así y que las soluciones reales nacen del trabajo conjunto. “Que nadie se siga cayendo sin tener con qué levantarse”, remarcó.
De parador nocturno a casa de oportunidades
El lugar donde hoy funciona el centro era, hasta hace poco, un parador nocturno. La remodelación lo transformó en un espacio vivo, con propuestas para mejorar la salud, acceder a formación, encontrar trabajo y recomponer lazos familiares o comunitarios. Se trata de pasar de una ayuda pasajera a un verdadero acompañamiento integral.
Gabriel Mraida, ministro de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad, explicó que el nuevo modelo deja atrás la lógica del parador como un lugar de paso y propone un abordaje que combina firmeza y sensibilidad para quienes están en situación de extrema vulnerabilidad. “Nuestro compromiso es acompañar con firmeza y sensibilidad a quienes atraviesan estas realidades”, afirmó.
Una red que crece
Este centro es parte de una estrategia más amplia para reformar toda la red de inclusión social porteña. La meta es que cada persona que hoy vive en la calle pueda encontrar un camino posible hacia la autonomía, con salud integral, vínculos fortalecidos y oportunidades reales para reconstruir su vida.
La inauguración de “La Mano de Dios” no es solo la apertura de un edificio renovado: es una señal de que la inclusión no se hace de palabras, sino de gestos concretos y colectivos. Y que la Ciudad, junto a organizaciones y la comunidad, puede ofrecer algo más que un techo: puede tender una mano firme para volver a levantarse.