Vecinos, organizaciones y la FAO se juntaron para hablar de comida sana y consumo responsable
Una jornada abierta para aprender, compartir y disfrutar
El rol de la Ciudad y las organizaciones en la alimentación del futuro
“La idea es que todos podamos comer mejor y de manera más consciente”, contaron desde el equipo de Políticas Alimentarias.
Plaza Lavalle se convirtió en un punto de encuentro enorme, lleno de movimiento y charlas, porque más de dos mil personas se acercaron para celebrar el Día Mundial de la Alimentación, una fecha que todos los años invita a pensar cómo comemos, qué elegimos y qué futuro queremos construir alrededor de los alimentos.
La jornada fue organizada por la Dirección General de Políticas Alimentarias del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, junto a la Subsecretaría de Ambiente, la FAO Argentina y la feria Sabe la Tierra. Entre todos armaron un espacio bien barrial, accesible y participativo, donde la gente podía aprender, probar cosas nuevas y llevarse ideas simples para mejorar la vida cotidiana.
Desde temprano se instalaron puestos, mesas, carpas y estaciones temáticas pensadas para que cualquiera —sin importar la edad— pudiera sumarse. La consigna del día fue acompañar, informar y abrir la conversación sobre hábitos más saludables, pero sin discursos técnicos ni cosas difíciles de entender.
Uno de los grandes focos estuvo puesto en el consumo responsable: cómo elegir los alimentos, cómo reducir el desperdicio y cómo aprovechar mejor lo que tenemos en casa. Los talleres de cocina sin desperdicio fueron un éxito total porque mostraron recetas ricas usando partes de las verduras que casi siempre terminan en la basura.
También hubo actividades sobre economía circular, ese concepto que a veces suena complicado pero que, explicado de manera simple, se entiende enseguida: tratar de que lo que usamos vuelva a tener valor y no termine tirado. Las familias se acercaban, escuchaban y se sorprendían con ideas fáciles para aplicar en casa.
La feria Sabe la Tierra aportó su espíritu de mercado consciente, con productores que trabajan con prácticas más sostenibles y que apuestan a una relación más cercana entre quien produce y quien compra. Mucha gente se acercó a preguntar cómo es realmente el camino de los alimentos antes de llegar a la mesa, algo que pocas veces nos detenemos a pensar.
Además, participaron instituciones como la Facultad de Agronomía de la UBA, CAFRAM, SADA y los Bancos de Alimentos, entre otras organizaciones comprometidas con la alimentación y la producción. La variedad de participantes mostró que el tema no es solo del Estado, sino de toda la comunidad, un mensaje que muchos destacaron durante la jornada.
Los espacios educativos también tuvieron mucho movimiento. Chicos y chicas armaron actividades lúdicas, aprendieron sobre la importancia de cuidar el ambiente y se llevaron ideas claras sobre cómo pequeñas acciones hacen una diferencia. Las familias disfrutaron de un clima relajado, con propuestas para todas las edades, algo que hizo que la plaza se mantuviera llena durante todo el día.
Desde la Dirección General de Políticas Alimentarias remarcaron que eventos así ayudan a fortalecer políticas que garanticen el acceso a alimentos saludables de manera equitativa. Destacaron la importancia de construir alianzas entre el Estado, la sociedad civil y el sector privado para que los sistemas alimentarios de la Ciudad sigan mejorando de forma sostenida.
Ese mensaje se repitió en varias conversaciones del día: que comer bien no debería ser un privilegio, sino una posibilidad real para todos. La alimentación es un tema que atraviesa a cada familia, y por eso la idea es seguir generando acciones concretas que mejoren la llegada de productos sanos y accesibles a cada barrio.
Otro punto importante fue la mirada sobre el ambiente. La Subsecretaría de Ambiente destacó que los hábitos de compra, el uso de recursos y la forma en que nos relacionamos con los alimentos impactan directamente en el planeta. Promover prácticas más responsables también es una forma de cuidar la ciudad y el futuro, algo que quedó muy presente en las charlas.
Mientras tanto, los Bancos de Alimentos aprovecharon para contar su trabajo diario: recuperar alimentos aptos que quedaron fuera del circuito comercial y llevarlos a organizaciones que los necesitan. Fue un momento clave para visibilizar la importancia de evitar el desperdicio y entender que hay redes solidarias funcionando todos los días.
Para muchos vecinos que pasaron por la plaza casi de casualidad, la propuesta fue una sorpresa agradable. Algunos se sumaron a talleres, otros escucharon charlas cortas, y varios se llevaron información que no conocían. La idea de que pequeños cambios pueden transformar mucho apareció en cada rincón, como una especie de mensaje colectivo.
Sobre el final de la jornada, se sintió un clima de comunidad, de intercambio real. Gente preguntando, aprendiendo, compartiendo experiencias. La plaza se transformó en un espacio donde todos podían sentirse parte, sin importar la edad ni el nivel de conocimiento previo sobre el tema.
Para la Ciudad, esta actividad también fue una manera de mostrar el trabajo de la Dirección General de Políticas Alimentarias, un área que diseña y coordina políticas para mejorar la seguridad alimentaria, promover hábitos saludables y fortalecer los sistemas de producción y distribución en Buenos Aires. Su tarea apunta a que cada vez más personas puedan acceder a una buena alimentación, algo que parece simple pero que requiere un trabajo profundo y sostenido.
Las organizaciones de la sociedad civil aprovecharon la jornada para acercarse a vecinos que quizás nunca habían escuchado sobre su trabajo. Ese puente directo entre instituciones y comunidad fue uno de los mayores aciertos del evento, porque genera lazos que después pueden crecer en nuevos proyectos.
En definitiva, lo que dejó el Día Mundial de la Alimentación en Plaza Lavalle fue un mensaje simple y potente: comer mejor, cuidar el ambiente y elegir de manera consciente son cosas que podemos aprender entre todos, sin complicaciones y con ganas de construir un futuro más sano.
La jornada terminó con la misma alegría con la que empezó: familias charlando, chicos jugando, productores mostrando sus alimentos, y un clima general de participación. Quedó claro que estos espacios hacen bien, que generan comunidad y que ayudan a que la alimentación sea un tema más cercano, no algo lejano o difícil de comprender.





