Entre calles empedradas, faroles antiguos y casitas bajas, los pasajes barriales siguen contando historias en medio del ritmo porteño

Una vuelta por los secretos urbanos que el tiempo no borró

En medio del tránsito, los edificios altos y la vorágine de la Ciudad, Almagro y Caballito todavía conservan pasajes históricos que invitan a bajar un cambio y mirar con otros ojos. Son pequeñas calles adoquinadas, muchas veces escondidas entre avenidas, que conservan su encanto de época y una identidad propia que resiste el paso del tiempo.

No hay carteles turísticos ni selfies masivas. Pero quienes viven o caminan por la zona saben que esos pasajes dicen mucho más de lo que se ve. Son parte viva del patrimonio barrial, con casas bajas, rejas trabajadas, jazmines en flor y faroles que se prenden con la caída del sol.

Pasaje San Carlos: una joyita en Almagro

Uno de los más conocidos y queridos de Almagro es el Pasaje San Carlos, que nace en Yatay al 600. Son apenas dos cuadras, pero llenas de detalles que lo hacen único: puertas de madera originales, enredaderas que abrazan las paredes, y vecinos que saludan por nombre como si vivieran en un pueblo.

Este pasaje es parte del casco histórico de la zona y muchas de sus casas fueron construidas entre fines del siglo XIX y principios del XX. En sus veredas tranquilas, uno se olvida por un rato del ruido de Rivadavia o Corrientes.

“Acá todavía se vive con la puerta abierta y el mate en la vereda”, cuenta Don Ramón, que vive en el pasaje hace más de 40 años. “Lo único que cambia es la flor de estación”, bromea mientras riega los malvones de su entrada.

Pasaje de la Igualdad y su nombre emblemático

Muy cerca del anterior, sobre Yrigoyen al 4200, se encuentra el Pasaje de la Igualdad. Aunque es menos conocido, su nombre y su historia lo hacen especial: fue trazado a principios del siglo XX como parte de una urbanización obrera.

Con casas bajas de fachada simple y patios internos, el pasaje fue siempre un rincón de clase trabajadora. Hoy sigue albergando familias de toda la vida, aunque algunos departamentos fueron reciclados para alquileres temporarios. Su esencia, sin embargo, sigue viva en cada baldosa gastada.

Caballito también tiene sus rincones mágicos

En Caballito, el Pasaje París —ubicado entre Colpayo y Federico García Lorca— ofrece uno de los paisajes más pintorescos del barrio. El empedrado original, las farolas bajas y las viviendas con jardines delanteros lo hacen parecer sacado de otra ciudad.

Es un lugar donde se escucha el canto de los pájaros por la mañana, y las bicicletas de los chicos pasan sin prisa. Muchos vecinos lo consideran “el rincón secreto” del barrio, ideal para leer un libro o pasear con el perro.

También merece una visita el Pasaje Las Rosas, entre Hidalgo y Espinosa. Aunque corto, tiene un aire romántico que hace honor a su nombre: plantas trepadoras, paredes de ladrillo a la vista y un silencio que se agradece.

“Cada pasaje es un capítulo del libro barrial que todavía se sigue escribiendo. No hace falta ir al centro para encontrar historia: está en la vuelta de la esquina”, dijo una vecina de Caballito.

Valor patrimonial y necesidad de preservación

Muchos de estos pasajes están protegidos por normativa patrimonial, pero otros siguen sin catalogar. Los vecinos y colectivos urbanos vienen reclamando hace años que se reconozca su valor histórico y cultural, y que no se los tape con torres o asfaltos innecesarios.

“No pedimos que no se toque nada, pero sí que se respete lo que tiene alma. Estos lugares no son solo calles, son parte de nuestra historia”, expresó Carla, arquitecta y activista por el patrimonio barrial.

En un momento donde lo rápido y lo moderno parecen llevarse todo puesto, los pasajes de Almagro y Caballito nos recuerdan que hay otro ritmo posible, uno que se mide en saludos, flores de estación y pasos lentos sobre adoquines.

 

 

Por Pablo L.