Un modelo de convivencia que apuesta por la autonomía: la nueva Casa Familia San Camilo acompaña a quienes estuvieron en calle para que retomen su proyecto de vida

Un hogar puente, con reglas claras y dignidad

En el corazón de Chacarita, la Ciudad abrió Casa Familia San Camilo como parte de una red que busca algo simple y potente: que quienes pasaron por la calle puedan ponerse de pie y volver a ordenar su vida con apoyos concretos.

A diferencia de un parador de emergencia, Casa Familia propone convivencia real, responsabilidades compartidas y horarios más flexibles, porque la salida sostenible no se construye solo con una cama por noche sino con hábitos y proyectos propios.

La sede se ubica en el barrio de Chacarita y cuenta con 80 plazas distribuidas en 13 habitaciones para varones de criticidad baja, con espacios comunes amplios y un esquema que invita a organizarse en grupos para la vida cotidiana.

Desde el primer día, los residentes se reparten tareas: limpiar, cocinar, gestionar insumos y acordar el uso de cada ambiente, manteniendo independencia de ingreso y egreso sin perder la idea de comunidad y cuidado mutuo.

Prioridad local y un plan personal para cada familia

Hoy más del 70% de las personas que llegan a la red de la Ciudad provienen de la Provincia, por eso la prioridad de ingreso en Casa Familia es para porteños, con un seguimiento que atiende particularidades y evita soluciones genéricas.

Antes de entrar, se firma un acuerdo de convivencia que pone por escrito reglas básicas y compromisos; no es un trámite frío, es la base para vivir en paz y ordenar tiempos, visitas, silencios y cuidados de los espacios comunes.

El tiempo de estadía no es igual para todos: cada caso tiene su propio ritmo para conseguir trabajo, sostenerlo, capacitarse y recomponer vínculos con familia de origen o redes de contención que vuelven a tender la mano.

Otro punto clave es la autonomía económica: las personas deben proveerse alimentos, cocinar y mantener sus habitaciones, organizando turnos para la limpieza de cocinas, baños y patios como en cualquier casa bien llevada.

“Casa Familia es el último paso antes de llegar a casa. Es más que un techo: es el lugar donde terminar de reintegrarse con la comunidad con la autonomía necesaria para salir definitivamente de la calle”, señaló el equipo de Desarrollo Humano y Hábitat.

Del asistencialismo a la autogestión acompañada

La idea que ordena la propuesta es clara: dejar atrás el viejo modelo de “parar por una noche” y abrazar una lógica de aprendizaje y práctica diaria que reinstale hábitos, responsabilidades y horizonte de futuro.

En Casa Familia nadie está solo: hay equipos que orientan en documentación, salud y formación laboral, pero las decisiones centrales las va tomando cada persona, con metas realistas y pasos cortos que se van cumpliendo.

Cuando el proceso madura, la meta es alquilar una pieza o compartir un departamento con ingresos propios, sosteniendo la rutina y los vínculos que se reconstruyeron durante la permanencia en la casa.

Cómo se articula con los Centros de Inclusión Social

La Ciudad cuenta hoy con 47 Centros de Inclusión Social que funcionan 24 horas, donde equipos profesionales ayudan a tramitar documentos, atender la salud y encarar consumos problemáticos con acompañamiento serio.

Esos CIS cubren urgencias —alojamiento, comida, higiene— y Casa Familia aparece como el último eslabón de una cadena de superación, pensado para quienes ya dieron varios pasos y necesitan consolidar autonomía.

Hoy hay más de 3.100 personas alojadas en la red, en centros para familias, para mujeres con chicos, para adultos mayores y para mujeres y hombres solos; el nuevo dispositivo suma una opción distinta para la etapa final.

La vida cotidiana por dentro

Las jornadas se arman con pequeñas rutinas: desayunos simples, búsqueda de trabajo, cursos cortos y trámites que muchas veces estaban pendientes; al terminar el día, una cocina compartida devuelve el clima de mesa familiar.

La convivencia se sostiene con reglas claras y diálogo: respetar tiempos de descanso, cuidar los espacios, resolver conflictos sin violencia y avisar si alguien necesita una mano extra para atravesar un mal momento.

En paralelo, se fortalecen vínculos con el barrio: clubes, parroquias, centros culturales y redes solidarias son aliados para sumar talleres, voluntariado y oportunidades que abran puertas a la reinserción.

Por qué importa para Chacarita y para toda la Ciudad

Cada cama que se convierte en proyecto de vida reduce la cronificación de la calle y mejora la convivencia urbana; el impacto no es sólo individual, también ordena la vida pública, la plaza y la vereda compartida.

El enfoque de Casa Familia respeta tiempos, historias y elecciones personales, sin recetas únicas; por eso funciona como puente y no como destino final, preparando el salto hacia el alquiler o el reencuentro con la familia.

La apuesta es sencilla de decir y difícil de sostener: igualar oportunidades para que la autonomía sea posible, con acompañamiento cuando hace falta y libertad real a la hora de decidir qué camino seguir.

Acceso y acompañamiento

El ingreso se gestiona dentro de la red de inclusión de la Ciudad, priorizando a porteños y evaluando cada situación con equipos técnicos, para asegurar que la casa sea el dispositivo adecuado para esa etapa del proceso.

Una vez adentro, la autonomía no significa aislamiento: hay tutores de referencia, seguimiento de metas y articulación con salud y empleo, de modo que el egreso no sea un salto al vacío sino un paso en firme.

Cuando llega el momento de egresar, se planifica la salida con tiempo, se revisan ingresos, se buscan alternativas habitacionales y se dejan canales abiertos para que, si algo se complica, el acompañamiento continúe.

En síntesis, San Camilo suma una pieza clave: una casa que entrena para volver a casa, con responsabilidades reales y el respaldo justo para que la libertad no se convierta en riesgo sino en oportunidad.

 

Por Pablo L.