El CIS Costanera abrió sus puertas a personas en situación de calle junto a sus animales, ofreciendo un refugio digno y compartido

Una historia de amor y resistencia

Tyson llegó al CIS Costanera hace solo un mes, de la mano de Alfredo, pero ya se mueve como si siempre hubiera sido parte del lugar. Con su pelota de tenis y esa mirada noble, se queda recostado en la entrada mientras Alfredo, entre sonrisas y nostalgia, muestra fotos de cuando era cachorro. “Es como mi hijo, no puedo separarme de él”, cuenta emocionado. Ambos saben de noches frías en las veredas de Belgrano, donde se dieron abrigo mutuo.

La vida en la calle forjó entre ambos un vínculo irrompible. “Él me cuidaba a mí y yo lo cuidaba a él”, resume Alfredo, convencido de que sin Tyson no hubiera resistido tanto ni llegado hasta este presente. Hoy, la dupla encontró no solo un techo, sino la tranquilidad de poder permanecer juntos, sin tener que elegir entre la seguridad de un refugio y el amor por su compañero de cuatro patas.

Un cambio necesario

Por primera vez en la Ciudad, un Centro de Inclusión Social permite el ingreso de mascotas. La iniciativa responde a una problemática concreta: muchas personas en situación de calle no aceptaban ingresar a un centro porque no querían abandonar a sus animales. El CIS Costanera rompió esa barrera, abriendo un espacio pensado tanto para las personas como para sus compañeros animales.

“Hoy pueden ingresar juntos, bajo techo, y con espacios adaptados para el cuidado de los animales. Esto no solo mejora la calidad de vida de las personas, también refuerza los vínculos afectivos que son clave para salir adelante”, explicó el ministro de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad, Gabriel Mraida.

“Estamos contentos, ahora bajo techo”, dice Alfredo, mientras acaricia a Tyson, convencido de que juntos empieza una nueva etapa.

Un hogar compartido

Actualmente, cuatro perros ya conviven con sus dueños en el centro, compartiendo rutinas de alimentación, descanso y acompañamiento. Para garantizar el bienestar animal, el CIS cuenta con áreas específicas, caniles y asistencia veterinaria en articulación con organizaciones dedicadas al cuidado animal. El objetivo es que tanto personas como mascotas encuentren allí un lugar seguro, higiénico y con contención.

La experiencia del CIS Costanera abre una nueva perspectiva en las políticas de inclusión: entender que los vínculos emocionales, como el que une a Alfredo y Tyson, son parte esencial de la vida y también deben ser protegidos. Porque un techo sin compañía puede ser frío, pero un espacio donde caben las personas y sus afectos tiene la capacidad de sanar.

Más que un refugio

Este primer centro marca un antes y un después. La inclusión ahora también contempla a los animales, reconociendo su rol como familia para quienes atraviesan la calle. No se trata solo de dar un techo, sino de brindar dignidad, compañía y la posibilidad real de empezar de nuevo.

El caso de Alfredo y Tyson es apenas uno entre muchos. Y cada nuevo ingreso demuestra que la apuesta por un modelo más humano y empático es posible: un hogar transitorio donde nadie tenga que dejar a su mejor amigo en la puerta.

 

Por Pablo L.