El Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes homenajeó a su personal en una fecha clave para la lucha laboral

Un rol esencial en la protección de la niñez

En cada 1° de mayo, el Día Internacional de los Trabajadores se convierte en una oportunidad para poner en valor el esfuerzo y la dedicación de quienes sostienen, con su labor diaria, la defensa de los derechos de los más vulnerados: las niñas, niños y adolescentes. Este año, el reconocimiento se dirigió especialmente a las y los trabajadores del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires.

Su tarea no se limita a una oficina o a un escritorio. Implica acompañar, escuchar, intervenir y, muchas veces, contener en situaciones de urgencia. Desde casos de violencia familiar hasta episodios de abuso o negligencia, cada trabajador y trabajadora se convierte en un eslabón vital para que la niñez y la adolescencia crezcan protegidas y con oportunidades.

Del acompañamiento diario a las políticas públicas

El trabajo del Consejo abarca múltiples áreas: desde la atención directa a situaciones de vulneración de derechos hasta la implementación y seguimiento de políticas públicas orientadas al bienestar infantil. Son cientos de profesionales y personal administrativo que, con compromiso, hacen posible que las medidas de protección se apliquen en tiempo y forma.

Allí, cada llamada, cada entrevista y cada seguimiento son más que trámites: son oportunidades para cambiar la historia de un niño o una niña. Detrás de cada expediente hay rostros, historias y realidades que requieren de sensibilidad, conocimiento y vocación de servicio.

“Su trabajo es fundamental para construir una sociedad más justa para todos”

La fuerza de un equipo comprometido

El personal del Consejo está compuesto por trabajadores sociales, psicólogos, abogados, educadores, administrativos y operadores que ponen cuerpo y corazón a su labor. La diversidad de perfiles profesionales permite abordar los problemas de manera integral, entendiendo que la protección de la infancia requiere miradas complementarias.

Muchos de ellos trabajan en terreno, visitando barrios, hogares y escuelas para detectar situaciones de riesgo y activar protocolos de protección. Otros están en oficinas, coordinando intervenciones, articulando con la Justicia o gestionando recursos para garantizar que cada medida llegue a destino.

Historias que inspiran

En este día especial, se recordó el valor de esos trabajadores que, con discreción y compromiso, logran que niñas y niños encuentren un espacio seguro donde se los escucha y se les da contención. Hay casos en los que la intervención del Consejo marca un antes y un después en la vida de una familia.

No se trata solo de resolver emergencias, sino también de acompañar procesos a largo plazo que permitan que esos chicos recuperen la confianza, fortalezcan sus vínculos y desarrollen sus capacidades en un entorno sano.

Un mensaje que trasciende la fecha

El reconocimiento del 1° de mayo no es solo un gesto simbólico: es un llamado a seguir fortaleciendo las condiciones laborales de quienes trabajan en la protección de los derechos de la infancia. Porque cuidar a quienes cuidan también es parte de la tarea.

La labor de estos trabajadores es, muchas veces, silenciosa y poco visible para el resto de la sociedad. Sin embargo, su impacto se refleja en cada niño que logra salir de una situación de riesgo, en cada familia que recibe acompañamiento y en cada comunidad que aprende a proteger a sus más pequeños.

Inspiración para toda la comunidad

Que su esfuerzo y dedicación sirvan como inspiración para seguir construyendo, entre todos, una sociedad más justa e inclusiva. El compromiso con la niñez no se limita a una fecha conmemorativa: es una tarea diaria que necesita del apoyo de toda la comunidad.

En este Día Internacional de los Trabajadores, el homenaje es doble: por la vocación de servicio y por la lucha constante en defensa de quienes más lo necesitan. Porque proteger la infancia es garantizar el presente y el futuro de la sociedad.

Por Pablo L.