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Mar del Plata, el faro que nunca se apaga

Extiende el brazo, alza levemente el mentón, sonríe y… selfie! La nueva postal de la ciudad es ineludible y el turista, que tenía en agenda la visita al Museo de Arte Contemporáneo (MAR), aún antes de recorrer las salas posa para la que será su nueva foto de perfil en las redes: una imagen que tiene de fondo el enorme lobo marino dorado, la obra de Marta Minujín que emula los lobos que José Fioravanti esculpió en los años 40 para la rambla. Es verano pleno y no necesariamente una visita a Mar del Plata tiene que ser a pura playa. La ciudad ofrece decenas de opciones culturales que narran historias y otras al aire libre, no muy lejos, en contacto con la naturaleza, en la laguna o en las sierras.

Pero, así y todo ¿qué es lo primero que hace el turista cuando llega a Mar del Plata? ¿qué busca? Sin dudas, acercarse al mar. Elegirá entonces una, pública o privada, entre las diferentes playas de esta sinuosa costa. Playas abiertas al sur del faro, en las que una caminata por la orilla puede extenderse lo que uno requiera, sin obstáculo alguno; al pie de los edificios, las del centro, populares, donde conviven las tonadas de todas las provincias, lo mismo que en la bahía de Punta Mogotes; o las del norte, con mucho público local.

Hay quienes prefieren alquilar una carpa en algún balneario por varios días y no moverse de ahí (pagan, en promedio, 1.250 pesos por día). También llegan los que tienen ansias de conocer más. Funciona un bus turístico incorporado por el Gobierno bonaerense, que realiza un amplio recorrido por la zona costera. El paseo en la clásica “bañadera” de dos pisos y sin techo es gratuito; el turista también puede acceder al transporte público, con el que se puede llegar a las más alejadas arenas si es que no se dispone de movilidad propia, aún hasta las que se ubican al pie de los acantilados (al norte y al sur), más tranquilas aunque con menos servicios, en las que suele haber derrumbes, por lo que hay que tener la precaución de mantenerse a cierta distancia de esos paredones de tierra socavados.

Satisfecha esa imperiosa necesidad de llegar cuanto antes al mar, el programa que sigue a la playa bien puede incluir una visita al lujoso museo de arte inaugurado en la zona de La Perla a fines de diciembre de 2013. Las tres salas de MAR están ubicadas en la zona norte, en López de Gomara y la rambla costera, con vista al océano. Se trata del primer museo del país que se construyó con ese fin. Esta temporada exhibe “Real absoluto”, de la artista Nicola Constantino; “#WhatsUpArgentina Mi casa Tu casa”, de Daniel González, y una propuesta del colectivo artístico DOMA. La entrada es gratuita para todos los espectáculos y muestras. También se organizan proyecciones de cine, recitales y festivales.

Museo Castagnino, en la casona Villa Ortiz Basualdo, en Mar del Plata.

Este verano, que cada tres días presenta sólo uno tan caluroso que hace inevitable bajar a la arena, la agenda de los turistas debería incluir para las jornadas frescas o lluviosas, por ejemplo, una visita a “La casa del Puente”, como se la conoce popularmente. Erigida en un escenario natural, “La Casa sobre el Arroyo” -su verdadero nombre- es considerada un componente paradigmático de la arquitectura del siglo XX y referencia obligatoria del movimiento moderno en Argentina y en el resto de Latinoamérica. La obra de Amancio Williams se levanta en un terreno que ocupa dos manzanas de un área natural atravesado por el arroyo Las Chacras, en Funes y Quintana.

La Casa sobre el Arroyo, en Mar del Plata.

Otro paseo clásico, didáctico y, a la vez, muy entretenido, sigue vigente a pasos del faro de Punta Mogotes: en sus 7 hectáreas, el complejo Aquarium despliega una amplia variedad de atracciones para compartir en familia. Ofrece magníficas vistas panorámicas del mar, una playa exclusiva equipada con sombrillas y reposeras, 50 especies de plantas y una veintena de variedades de fauna, juegos, un área de esparcimiento y un patio de comidas. De todas maneras, la fama del lugar se debe especialmente al espectáculo brindado por delfines, lobos marinos, delfines, manatíes y una gran variedad de aves marinas.

Lobos marinos en el puerto de Mar del Plata.

En esta imaginaria hoja de ruta del viajero, tampoco debería faltar la visita a la que fuera la vistosa casa de veraneo de la escritora Victoria Ocampo, en Matheu casi Arenales, un rincón del aristocrático barrio Los Troncos. Es un centro cultural que administra la Municipalidad de General Pueyrredón, con una variada programación artística. Pero este chalé de estilo inglés tiene su propia historia. Fue comprado en Inglaterra y trasladado en barco en 1912. En la misma manzana tiene dos construcciones, una de estilo francés, destinada a los caseros, y otra para el personal de servicio, de estilo italiano. Cuenta con un jardín magnífico, donde se puede ir a tomar el té. La escritora la heredó en la década del 20 y abrió sus puertas a escritories y amigos de la talla de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Eduardo Mallea, Waldo Frank y Gabriela Mistral, entre otros.

Paseo por el frente costero de Mar del Plata en el barco Anamora.

El ciclo “Traiga su manta y escuche” se desarrolla en el parque de la casa y cada tarde noche suenan melodías de bandas de jazz y de blues, orquestas de tango y músicos que ofrecen tributos (a Soda Stereo, a Los Redondos, a Guns and Roses, entre otros) o bien se puede asistir a la presentación de libros en la voz de sus propios autores o a un show de tablao flamenco.

El Museo Municipal de Arte Juan Carlos Castagnino funciona en la Villa Ortiz Basualdo, en Colón 1189, el punto más elevado de la avenida. El chalé puede ser ecorrido, lo que permite tener una idea de los usos y costumbres de los primeros veraneantes y, en el primer piso, asistir a su muestra permanente, donde se exhiben obras de de artistas argentinos destacados en pintura, dibujo, grabado, escultura y fotografía. Allí se pueden apreciar obras de Castagnino, Antonio Berni, Raúl Soldi, Carlos Alonso, Alberto Bruzzone, Cleto Ciocchini, Pompeyo y Eduardo Audivert, Héctor Basaldúa y Benito Quinquela Martin.

Sierra de los Padres, cerca de Mar del Plata.

Puede que esta crónica sea de ayuda para quien emprenda un periplo a la principal ciudad balnearia del país. De todas maneras, el turista no debería dejar de chequear en la pantalla de su teléfono algún portal de viajes, de los que ofrecen reseñas y recomendaciones. Uno sitio internacional, con sugerencias de los viajeros y sus puntuaciones, afirma que la mayor de las 113 atracciones de Mar del Plata es la Torre Tanque.

Está en Mendoza y Falucho, en el punto más alto de la loma del barrio Stella Maris. “Visita impostergable”, “Vistas extraordinarias” e “Imponenete estructura” son algunos de los comentarios que genera esta imponente construcción, coronada por un mirador panorámico a 41 metros de altura. Un momento recomendable para subir, por su ascensor o trepando 360 escalones, es el atardecer.

Luego, bajando unas cuadras, se llega a las renombradas y muy concurridas calles paralelas Güemes y Olavarría. A Güemes se la puede recorrer desde Gascón hasta Peña, tramo en el que se suceden los negocios de ropa y de artículos de surf, confiterías, librerías, centros de estética, bancos y más, como en un shopping: un centro comercial a cielo abierto. A su vez, Olavarría -a una cuadra de Güemes- concentra en 700 metros de largo, desde Roca hasta Rawson, la mayor cantidad de bares que sirven sus propias e “invitadas” cervezas artesanales de Mar del Plata, convertida en “Capital birrera”.

Circuito de cervecerías artesanales, en Mar del Plata.

Kolsch, scotch, porter, honey, barley wine, stout o IPA son algunas de las exquisitas variedades que se exiben en las pizarras con informacion detallada, desde el grado alcohólico hasta el amargor (IBU) que viene en cada pinta. El “happy hour”, en general, arranca a las 18 y puede extenderse hasta las 21. No pasan veinte minutos desde que abren las puertas al público hasta que se aprecia el panorama habitual de capacidad completa y ausencia de mesas disponibles. En ese horario, encontrar lugar para estacionar en la zona puede ser un problema insoluble. Por lo tanto, quizá sea conveniente ir en remís, taxi o colectivo y no complicarse el plan de descanso. De paso, bien vale recordar que aquí los controles de alcoholemia suelen ser continuos y muy rigurosos. Los que prefieren evitar los sitios muy concurridos cuentan con otros circuitos cerveceros, a lo largo de las calles Córdoba, Hipólito Yrigoyen (en el macrocentro) y Bernardo de Irigoyen, en Playa Grande.

En dirección al sur se puede hacer turismo enológico en el corazón de Chapadmalal. En terrenos de la estancia Santa Isabel sobresalen los viñedos de Costa & Pampa, una bodega única que funciona y produce vinos en el kilómetro 16 de la avenida Antártida Argentina -que lleva hasta Miramar-, a 3 kilómetros del mar. La visita se hace con previa reserva e incluye alternativas para conocer la elaboración de los únicos vinos de la Argentina con influencia oceánica y degustarlos, maridados con quesos, fambres y productos del mar.

Es muy probable que el visitante de Mar del Plata, tarde o temprano, quiera regresar al mar. Lo puede hacer de un modo diferente: navegando paralelo a la costa en una embarcación turística. Anamora zarpa todos los días, cuatro veces cada jornada, desde el puerto de la ciudad. En sus tres cubiertas cuenta con un solarium y bar tropical. Pero, fundamentalmente, regala una perspectiva distinta de la ciudad, su moderna arquitectura y su frente costero, para confirmar que Mar del Plata tiene mucho más que sus playas para ofrecer durante todo el año.