Ese punto que consigue River en Peña y Arenales cotiza en oro. Porque la derrota parecía inevitable. A fin de cuentas, Banfield superó al campeón de América. De principio a fin. Y tenía resuelto el partido. Hasta ese cruce a destiempo de Claudio Bravo, apurado, a contramano del gran nivel que había mostrado en el primer tiempo. Bajó a Matías Suárez el defensor. Pateó Lucas Pratto, tapó Mauricio Arboleda, pero el goleador no falló en el rebote. Y el duelo entre Hernán Crespo y Marcelo Gallardo, viejos compañeros de banda roja en los gloriosos noventa, quedó a mano.
Intenso, frenético, avasallante. Banfield se transformó en un equipo insoportable para River. Lo encerró contra su arco, especialmente en el primer tiempo. A bordo de un esquema audaz (3-2-3-2, muy versátil en el repliegue) y con mucha convicción para atacar. La postura de Luciano Gómez fue todo un síntoma de la voluntad ofensiva: el lateral volante se movió por adentro, de derecha a izquierda, liberando el carril para Juan Alvarez, un extremo con un ida y vuelta infernal. Por el otro andarivel, Bravo se proyectó a fondo, ganando cada duelo individual; el pibe Urzi, también.
Sí, la pasaron mal Gonzalo Montiel y Milton Casco en el arranque. Y Franco Armani tuvo que aparecer con toda su sabiduría bajo los tres palos. Le tapó un mano a mano a Agustín Fontana, evitó que un defectuoso cierre de Martínez Quarta se transformara en un gol en contra y se encontró con un tiro de esquina cerrado que bloqueó antes de que se corporizara en el revival del primer gol de Al Ain FC durante el Mundial de Clubes.
Muy incómodo se sintió River. Transpirando atrás, sin el control de la pelota. Apenas inquietó con algún pincelazo de Juan Fernando Quintero tratando de aprovechar la clase de Matías Suárez y la movilidad de Rafael Santos Borré. Pero estuvo impreciso en tres cuartos. Fluyó poco Nacho Fernández y no gravitó De La Cruz. Por sus desniveles y por la presión que ejerció Banfield en cada sector del campo. Y si comprometió a Mauricio Arboleda se debió a una salida en falso del arquero colombiano que no capitalizó Suárez y un tirito de Santos Borré que dejó claro que está atravesando una de sus peores rachas.
Entonces, se cortó la luz. Hubo que esperar casi 20 minutos. Hasta que se reanudó el juego. Y nada cambió. Por el contrario, Banfield siguió atacando. Hubo una jugada bárbara en la que participaron Urzi, Hernán Payero, Alvarez y no fue gol porque la media vuelta de Fontana se perdió a centímetros del palo izquierdo de Armani.
River intentó reaccionar empujado por Robert Rojas desde el fondo. Pero le faltó algo que, a menudo, le sobró. Conexión, sociedades, juego elaborado. Dependió, como nunca, de sus individualidades. Un tiro libre de Quintero que tapó Arboleda y pegó en el travesaño y un remate cruzado de Suárez que también bloqueó el número uno colombiano fueron las mejores posibilidades que tuvo. Entonces, hubo un cambio clave del Muñeco: Pratto por el errático Santos Borré. Y cuando Banfield intentaba rearmarse multiplicando esfuerzos con las variantes de Crespo, llegó el penal de Bravo. Y el gol de Pratto.
Se salvó de la caída River. Y hasta pudo ganar si Trucco cobraba penal sobre Quintero en el epílogo. No le alcanzó para meterse en la zona de Libertadores. Deberá ver el vaso medio lleno, más allá de la involución de su juego. En definitiva, Banfield debió ganar. Y si es cierto como dijo Crespo en la previa, que la gente no sólo va a la cancha por el resultado, tiene que haberse ido conforme.